Somos energía, y funcionamos gracias a ella. A lo largo de muchos años, hemos utilizado cualquier forma de energía a nuestro alcance para hacer funcionar nuestras ciudades y desarrollar nuestras sociedades: energía humana y animal, fuego, petróleo, energía nuclear, electricidad. Sí, pero algunas de estas opciones contaminan más que otras; algunas son finitas y otras están afectando a nuestra atmósfera. La electricidad verde se presenta como la respuesta más inmediata para avanzar en el progreso sin perjudicar nuestro planeta, y su aplicación a la movilidad es un paso esencial para descontaminar nuestras ciudades.
El Día Mundial de la Energía se celebra desde 1949. Ya entonces se reconoció la necesidad de concienciar y sensibilizar al mundo sobre el uso de la energía y la importancia de dar prioridad a fuentes alternativas y renovables como la eólica, solar o la biomasa. Hoy día, en el plano de la movilidad, la energía eléctrica limpia, proveniente de fuentes verdes y renovables, es una de las soluciones para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, ya que permite reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y disminuir, o incluso eliminar, la huella ambiental del transporte. Pero si lo que queremos es reducir las emisiones de CO2 -una parte considerable de las cuales proviene del transporte-, es necesario cambiar el modelo. Y hay que hacerlo ya.
España se ha comprometido a lograr la neutralidad de carbono para 2050, y el sector del transporte representa una parte significativa de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del país. Según un informe de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC), un vehículo eléctrico puede reducir las emisiones de CO2 en un 40% en comparación con un automóvil de gasolina o diésel equivalente durante su ciclo de vida útil. Este cambio hacia una flota de vehículos más limpia es fundamental para alcanzar los objetivos climáticos establecidos por España en el Acuerdo de París.
El vehículo eléctrico es hasta un 30% más limpio que uno de combustión, si contamos todo su ciclo de vida porque, aunque su producción y a la gestión de sus baterías suponen un coste ambiental significativo, los cálculos indican que esas emisiones producidas durante su fabricación podrían quedar compensadas en un periodo de entre dos y tres años de uso. Un índice que se podría reducir si la producción de componentes y la implementación de estructuras de mantenimiento y recarga pasase a funcionar, también, con energías renovables.
Según datos del Sistema de Información Energética del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en 2023 las energías renovables representan cerca de la mitad de la capacidad instalada en España. La integración masiva de los vehículos eléctricos en esta red energética en evolución puede contribuir a maximizar el uso de esta energía renovable y a reducir la dependencia de los combustibles fósiles importados.
Cargadores para impulsar la adopción por parte del usuario final
La tecnología está disponible, hay fabricantes y existe interés en el mercado, pero las ventas aún se resisten. Según datos de ANFAC, los vehículos puramente eléctricos suponen actualmente en torno al 5,5% del total de ventas de automóviles en nuestro país. Aunque esta cifra aumenta año tras año, el ritmo sigue siendo lento. ¿Por qué? Los usuarios tienen dudas y, sobre todo, les preocupa que la disponibilidad de puntos de recarga no sea lo suficientemente sólida y rápida (nadie quiere dedicar una hora en un trayecto de cinco para recargar su coche) como para realizar trayectos, tanto cortos como largos, con comodidad. Y no les falta razón.
La infraestructura de recarga en España es todavía incipiente, concentrada casi exclusivamente en grandes ciudades y, sobre todo, avanza lentamente. A pesar de contar con una sólida industria automotriz, el número de puntos de recarga está muy por detrás. Y sí, muchos de los propietarios actuales de vehículos eléctricos (un 86%) dispone de un punto de recarga en su propia casa pero, ¿qué sucede con los que no tienen un garaje propio?, ¿o cuando necesitan realizar un trayecto más largo? En el espacio público todavía existen carencias.
Una red completa, bien diseñada, capilar y operada por agentes expertos en el sector sin duda atraería a más usuarios hacia el ‘lado verde’. Y si esos cargadores son además ultrarrápidos y utilizan energías renovables, miel sobre hojuelas. Se dice que para 2030 España contará con unos 240.000 puntos de recarga públicos, pero los operadores tenemos algunas dudas de que se alcance esa cifra. Las barreras para este despliegue no están en la tecnología ni en la falta de demanda, sino más bien en las trabas burocráticas y en la lentitud de la administración pública y de las compañías eléctricas para realizar las infraestructuras necesarias.
Está claro que a medida que más personas adopten vehículos eléctricos y la infraestructura de recarga se expanda, los beneficios ambientales, económicos y sociales continuarán multiplicándose. Sin duda, el impulso hacia una movilidad eléctrica más amplia y accesible es un paso crucial hacia un futuro más sostenible y resiliente para España y el mundo entero. Los operadores de puntos de recarga estamos comprometidos y somos plenamente conscientes de nuestro papel. En nuestro caso, calculamos que solo nuestras Electralineras podrían ahorrar 4,4 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera para 2030. ¿No vale la pena intentarlo?