Florence nació el 12 de mayo [1]de 1820 en el seno de una familia británica acomodada. Su destino estaba escrito: casarse bien y tener hijos. Cuantos más mejor. Sin embargo, ella lo cambió y con 17 años anunció a su familia que quería dedicarse a cuidar enfermos. Una tarea que por aquel entonces estaba desarrollada por mujeres de clase trabajadora, para la que no se necesitaba formación alguna y que se llevaba a cabo en pésimas condiciones de higiene.
Aprovechó los viajes que su posición le permitía hacer y visitó decenas de hospitales de diferentes países, Egipto o Francia, entre otros. Se formó como enfermera de manera autodidacta y estudió también matemáticas y estadística. En Londres dirigió una institución sanitaria para el cuidado de mujeres sin techo que le permitió poner en práctica un método de trabajo que tenía en la formación de las enfermeras y en la higiene sus pilares fundamentales. En aquella institución sentó las bases de la enfermería moderna.
Pero probablemente su hazaña más conocida la llevó a cabo en la Guerra de Crimea, conflicto bélico entre el imperio ruso y el reino de Grecia contra la alianza británica. Florence se presentó voluntaria en el hospital de campaña de Scutari (Estambul) con un grupo de 38 enfermeras formadas por ella. Era 1854 y las enfermedades estaban acabando con el ejército británico. La mayoría de los soldados enfermos no morían de las heridas de guerra sino de enfermedades como el cólera, las fiebres tifoideas o la disentería. Florence en seguida se puso manos a la obra y aplicó sus métodos, estableciendo protocolos estrictos de higiene y nutrición. Los médicos del hospital no aceptaron de buen grado estos cambios, y menos viniendo de una mujer, pero acabaron rindiéndose a la evidencia. El lavado de manos, tan de actualidad en estos momentos, se convirtió en imprescindible, junto al cambio de sábanas, la ventilación y la limpieza diaria de los espacios. Florence y su equipo consiguieron reducir la mortalidad drásticamente.
Se dedicó en cuerpo y alma a los enfermos. En el hospital de Scutari la conocían como la dama de la lámpara porque cuando todo el personal sanitario se retiraba ella paseaba entre los enfermos atendiéndoles y reconfortándolos con su presencia. El Times escribió en 1855 “Ella es, sin exagerar, el ángel de la guarda en estos hospitales, y mientras su grácil figura se desliza silenciosamente por los corredores, la cara del desdichado se suaviza con gratitud a la vista de ella. Cuando todos los oficiales médicos se han retirado ya y el silencio y la oscuridad descienden sobre tantos postrados dolientes, puede observársela sola, con una pequeña lámpara en su mano, efectuando sus solitarias rondas. “
Además de profesionalizar la enfermería y de incluir los protocolos de higiene, hoy básicos en cualquier centro hospitalario, Florence hizo importantes aportaciones a la estadística sanitaria. Mi reconocimiento en este ocho de marzo va para ella y para todas esas mujeres que a veces la historia olvida.
[1] Cada 12 de mayo, coincidiendo con el día de su nacimiento, se celebra el Día Internacional de la Enfermería