Comprar frutas, verduras o productos frescos en el mercado de toda la vida puede parecer una costumbre del pasado, pero hoy es un acto de sostenibilidad. Frente al modelo de las grandes superficies, donde la logística global y los envases plásticos dominan, el comercio local se presenta como una alternativa clave para reducir emisiones, apoyar la producción de cercanía y preservar la diversidad alimentaria.
Según diversas organizaciones ambientales, el transporte de alimentos representa hasta un 19% de las emisiones derivadas del sistema alimentario global. Apostar por productos de kilómetro cero —aquellos cultivados o elaborados cerca del punto de venta— evita largos desplazamientos, reduce la necesidad de refrigeración y embalaje, y disminuye el desperdicio.
Además, los mercados locales suelen ofrecer alimentos de temporada, más sabrosos y nutritivos, que requieren menos energía para su producción. Como recuerda la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el consumo estacional es una herramienta sencilla para mitigar la presión sobre los ecosistemas y promover una agricultura más resiliente.
Consejos para un consumo más sostenible en los mercados
Más allá del ahorro energético y la reducción de residuos, consumir en mercados locales genera un impacto social positivo: mantiene empleos, revitaliza barrios y fortalece redes de apoyo entre consumidores y productores. En palabras de Ecologistas en Acción, “cada euro gastado en un mercado o tienda de barrio es una inversión directa en sostenibilidad y justicia social”.
En definitiva, cambiar el carrito del supermercado por la cesta del mercado es un gesto cotidiano que suma a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente al ODS 12 sobre producción y consumo responsables.
Porque, en tiempos de emergencia climática, lo local también es una forma de cuidar el planeta.