Si bien es indiscutible que las perturbaciones climáticas, los conflictos, la inseguridad alimentaria, la inflación y los efectos persistentes de la pandemia de COVID-19 afectan a la toda la población del planeta, la crisis climática golpea con mayor fuerza a los menos responsables de ese flagelo.
En este escenario, durante su participación en la COP27, Filippo Grandi subrayó que más del 70% de las y los refugiados y desplazados del mundo provienen de los países más vulnerables al clima, como Afganistán, la República Democrática del Congo, Siria y Yemen, y recalcó que, por lo mismo, estos países tienen mucho que decir en las discusiones sobre la crisis climática, aunque muy a menudo son excluidos y expresó que: “No podemos dejar que millones de personas desplazadas y sus anfitriones enfrenten solos las consecuencias de un clima cambiante. (…) La COP27 debe equipar a los países y comunidades en la primera línea de la crisis climática para prepararse, adaptarse y minimizar el impacto del clima extremo”.
El referente advirtió que, en Somalia, casi un millón de personas han sido desplazadas por la sequía y amenaza de hambruna. Ciclones devastadores en Mozambique han afectado a decenas de miles de personas previamente desplazadas por la violencia, mientras que Sudán del Sur y Sudán están luchando contra inundaciones sin precedentes por cuarto año consecutivo. Más de 3,4 millones de personas desplazadas y quienes las acogen se enfrentan a las consecuencias de las recientes y destructivas inundaciones en Nigeria, Chad, Camerún y los países del Sahel Central (Níger, Burkina Faso y Malí), una región que ya sufre una de las peores crisis de desplazamiento del mundo.
Además, en el extremo norte de Camerún ha estallado la violencia intercomunal entre ganaderos, pescadores y agricultores por la disminución de los recursos de agua, ya que el lago Chad y sus arroyos se han secado por la sequía. Más de 100 personas murieron o resultaron heridas a finales del año pasado, y decenas de miles de personas huyeron de sus hogares.
Los líderes políticos no pueden mirar a un costado. Se trata de millones de personas cuyas vidas están en riesgo. Las necesidades son múltiples y la financiación es cada vez más escasa, es por ello, que el referente de ACNUR opinó que las inversiones deben ser colaborativas, inclusivas y buscar soluciones para las personas más vulnerables. Los líderes mundiales deben buscar una acción transformadora, duradera e integrada que involucre a las comunidades locales, los gobiernos y los socios que ya están luchando contra las condiciones climáticas extremas. En algunos contextos, la adaptación no será suficiente y se necesitará financiación adicional para hacer frente a las inevitables “pérdidas y daños”, un ejemplo claro de lo cual es verse forzado a abandonar su hogar.
Finalmente, en su mensaje a los mandatarios, recordó que la Conferencia de este año, inaugurada en Sharm el-Sheikh, Egipto, tiene lugar en un contexto de catástrofes climáticas, como las recientes inundaciones sin precedentes en Pakistán y la peor sequía en décadas en el Cuerno de África. De cara a estos desastres, continuó, sólo una acción audaz y un impulso masivo en el financiamiento a la mitigación y adaptación climática pueden aliviar las consecuencias humanitarias actuales y futuras de la crisis climática en las poblaciones desplazadas y las comunidades de acogida.