Ya ha pasado un año desde la última Cumbre del Clima que se celebró en Glasgow y la COP27, que albergará la ciudad de Sharm el-Sheikh (Egipto), entre el 6 y el 18 de noviembre. En un año la situación climática no ha mejorado y podemos decir que cada vez son más evidentes los efectos del cambio climático por los fenómenos meteorológicos extremos a los que nos enfrentamos. Récords de altas temperaturas, sequías generalizadas, incendios forestales fuera de control e inundaciones devastadoras han protagonizado lo que llevamos de año.
La COP27 dará visibilidad al gran problema que tenemos actualmente a escala global: no vamos bien encaminados con ninguno de los objetivos que necesitamos lograr para limitar el aumento de las temperaturas a 1.5ºC Los niveles de Gases de Efecto Invernadero (GEI) presentes en la atmósfera han alcanzado la cantidad más alta registrada según el observatorio de la Organización Meteorológica Mundial. Además, está previsto que estas emisiones aumenten más de un 10% en la próxima década, lo que significa pasar al escenario del aumento de 2,8ºC en temperaturas globales a finales de siglo como indica el informe sobre la Brecha de Emisiones.
El rumbo poco acertado que hemos tomado queda reflejado en el informe del Estado de la Acción por el Clima (State of Climate Action) publicado recientemente por el World Resources Institute. Ya no se trata únicamente de no cumplir los objetivos a tiempo, sino que las tendencias globales en ciertos sectores están yendo en la dirección opuesta a la que deberíamos seguir. Como en el caso de la energía fósil, de la intensidad de producción de acero o de las emisiones de CO2 provenientes del transporte. Las actividades antropogénicas están disparando la pérdida de ecosistemas esenciales en la lucha contra el cambio climático como en el caso de los manglares y las emisiones de GEI provenientes de la producción agrícola.
La COP27 va a pasar de las promesas a la acción, o eso se espera, para eliminar subsidios a energías fósiles y revisar el mercado de emisiones. Además, el rol de la naturaleza pasará a primer plano. Anteriormente, se ha dejado la biodiversidad como un tema a parte en la lucha contra el cambio climático y en este evento internacional (al que le seguirá la COP15 en Montreal) se espera volver a centrar la biodiversidad como necesaria en la adaptación. Frenar la extinción de especies y la pérdida de ecosistemas es esencial, pues la mitad del PIB del planeta depende mucho o moderadamente de la naturaleza.
¿Qué deberíamos exigirles a los responsables políticos?
Con los compromisos actuales de los estados para reducir las emisiones de GEI no se puede mitigar el cambio climático. Todo apunta a que vamos a sobrepasar los 1.5ºC, lo que provocará daños a gran escala en todo el planeta, afectando desproporcionadamente a las comunidades más vulnerables. La única vía de escape pasa por transformar nuestras sociedades rápidamente como proyecta la ONU.
Por este motivo, las economías de todo el planeta, y especialmente las que están detrás de la mayoría de los daños ecológicos mundiales como EE.UU, Europa o Australia, deben cambiar su sistema de consumo y reducir sus emisiones, proponiendo modelos de círculo cerrado. Debemos pasar a priorizar políticas de adaptación como se estipula en el artículo 7 del Acuerdo de París, siendo de vital importancia la cooperación entre países.
Avanzar hacia una transición ecológica inclusiva solo puede hacerse teniendo en cuenta diferentes puntos de vista, y esto tiene mucho que ver con las perspectivas interseccionales. Es importante que las personas en posiciones de poder usen su privilegio para repensar qué tipo de sociedad es la más próspera para todos combatiendo injusticias sistémicas.
Como a la COP27 le sigue la COP15 de biodiversidad, también deberíamos exigir que los gobiernos pongan en el centro de su agenda la protección y restauración de los ecosistemas. La biodiversidad es una prioridad, en un planeta muerto no puede haber negocios.
