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Entre las muchas y variadas definiciones que tenemos de la Responsabilidad Social Corporativa, deberíamos prestar atención a todos aquellos aspectos que hacen referencia a la escucha. Y es que, esto de la Responsabilidad Social “va de escuchar”.

Esta idea no es ninguna novedad, nos sabemos de memoria eso del diálogo de los grupos de interés, frase que se repite en todos los foros de expertos, pero hay que insistir en la importancia que tiene la escucha para poder hablar de diálogo, la escucha interesada y sincera. Hay mucho que mejorar en este sentido.

En 1998, una película de Robert Redford nos presentaba la figura del “susurrador de caballos”, que bien podría llamarse el “escuchador y entendedor de caballos”, ya que esta profesión tan especial, consiste precisamente, en desarrollar la capacidad de escuchar para saber entender e interpretar las necesidades de los caballos.

Esta capacidad de escucha, entendimiento e interpretación, es imprescindible para poder hablar de Responsabilidad Social Corporativa ya que, de otra manera, estaremos haciendo un ejercicio de autocomplacencia empresarial, mirando nuestro propio ombligo. No podemos hablar de RSC si no abrimos la propia organización a las necesidades y expectativas de los demás, de los grupos de interés. Puede ser que el término enlatado de “grupo de interés”, resulte un concepto abstracto al que es difícil “humanizar”. Pero, hay que hacer el esfuerzo de aprender a escuchar en una sociedad que hace oídos sordos porque no sabe y no quiere escuchar, porque no tiene tiempo y además, no le interesa.

Erasmo de Rotterdam, el gran humanista del Renacimiento, afirmaba que la mayor expresión de talento radicaba en la habilidad para conciliar lo opuesto, y que el intento de comprensión del otro ha de encontrarse siempre presente para lograr un acuerdo.

Para que una empresa “se preocupe” y se haga responsable de sus impactos tiene que apoyarse en esta “compresión del otro” a la que se llega a través de la escucha de las personas, de la sociedad y del propio planeta. Integrar este tipo de preocupaciones en una organización presupone un ejercicio de reflexión y de escucha. Este ejercicio resulta muy complicado porque nuestra forma de vida y nuestro modelo social no nos permiten pararnos a escuchar.

Es difícil tener tiempo en “la sociedad del rendimiento”, uno de los términos que utiliza el filósofo Byung Chul-Han para referirse a nuestra sociedad, a la que también denomina sociedad del cansancio. “El cansancio de la sociedad del rendimiento es un cansancio a solas que aísla y divide(Han, 2012).

Nuestra sociedad del rendimiento promueve el individualismo. Resulta complicado sentirse parte de una comunidad, de una sociedad, e identificarse con un proyecto común cuando sólo vives para “rendir”, para producir, y te sientes como un recurso más, un eslabón de la cadena. Nuestro modelo social orientado a la producción, al rendimiento y al consumo, no permite que nos dediquemos a lo que tiene que ver con “lo humano”. Todos los logros “culturales” de la humanidad están relacionados con nuestra capacidad de concentración y de contemplación, con el “ensimismamiento” del que hablaba Ortega. Este ensimismamiento, es una prerrogativa exclusiva de las personas, y un auténtico lujo en nuestros tiempos. ¿Quién puede permitirse hoy en día “ensimismarse” para pensar, para crear y para escuchar?

Si nosotros no escuchamos, es difícil que las empresas lo hagan, ya que una empresa, al fin y al cabo, es un sistema social. Las empresas están formadas por personas, personas que no tienen tiempo para escuchar. ¿Cómo vamos a llegar a esos acuerdos necesarios?,¿Cómo vamos a conocer los intereses y necesidades de otros grupos, de otras personas, cuando apenas conocemos las nuestras?

La agenda global humana del siglo XXI, aún prioriza “el poder” por encima de todo. Conviene ser conscientes de que es necesario proteger a la humanidad y al planeta de este poder, de nosotros mismos. A pesar de toda la cháchara sobre contaminación, calentamiento global y cambio climático, la mayoría de los países no han hecho todavía ningún sacrificio económico o político serio para mejorar la situación. (Noah Harari, 2017) Y es que, desgraciadamente nuestra sociedad individualista aún no ha hecho de la Agenda 2030, la nueva prioridad en la agenda humana.

Quiero terminar esta reflexión sobre la escucha y la RSC, con un pequeño extracto de un reciente artículo sobre un tema que está sobre la mesa, la “España vaciada”. Un problema que tiene mucho que ver con la sociedad cansada, en una constante huída hacia delante, y que relega todo lo que nos humaniza a un tercer lugar.

La España que se vacía es la España de mis abuelos. Es un país hacia adentro que ya no existe conforme no van existiendo mis abuelos porque ni el siglo XXI, ni nosotros, les quiso -ni les supo- escuchar. A los mayores se les aprende a escuchar cuando ya no están y entonces ya sólo se les oye muy lejos en la memoria. Y el pueblo es también un eco de lo que fue. Y en él siguen quedando casas y tapiales venidos a menos que se sostienen en un equilibrio imposible contra el tiempo. Pero ya nadie sabe qué se hace con un pueblo, como nadie sabe qué se hace con un abuelo hasta que no está y uno lo entiende de golpe”. (Garabito, 2019)

 

Ana López de San Román Alves

@anamasanro

 

Garabito, G. (2019). Para qué sirve un pueblo. Abc on Line. Retrieved from https://www.abc.es/espana/castilla-leon/abci-para-sirve-pueblo-201903302216_noticia.html

Han, B.-C. (2012). La sociedad del cansancio (Herder, Ed.). Barcelona.

Noah Harari, Y. (2017). Homo Deus (debate, Ed.). Barcelona.

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