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Hace unos días impartí una sesión a mis alumnos del Máster en Dirección Financiera, titulación propia de la Universidad de Málaga que capacita para la gestión financiera de la empresa y para la obtención de las licencias que permiten operar en los sistemas de negociación de productos financieros en el mercado español. Además de trabajar las cuentas anuales de las empresas y enseñarles a diagnosticar su viabilidad, entre otras cosas, comentamos la importancia de las habilidades emocionales, tan necesarias para operar en el Sistema de Interconexión Bursátil Español. Y entre ellas hablamos de la gestión del fracaso.

Y me permití contarles mi experiencia vivida unos días atrás: Aquel miércoles tuve la oportunidad de participar en una cena de profesionales en un lugar especial, El Atelier de Dani García. Era la primera vez que asistía a este lugar, ya que de ordinario, no está abierto al público en general. Puedo asegurar que todo era perfecto: el espacio, el ambiente, el contenido de la sesión, quien la dirigía… sin embargo algo ocurrió.

Todos los invitados sentados y la ponente comienza a hablar. La directora de eventos estaba sentada justo en frente mía. A los pocos minutos, se acerca alguien y le pregunta ¿servimos las entradas? Sí; y al instante apareció un delicioso aperitivo servido individualmente. A los pocos minutos, se le volvió a preguntar: ¿Marchamos el primer plato? No, esperamos a que finalice la intervención. A los pocos minutos vi como de nuevo se acercaba y comentaba: Cocina quiere servir ya. No, aguanten unos minutos. Finalmente, salió el primer plato. Risotto. El tiempo había pasado y el arroz no sabe esperar. No estaba perfecto. Cuando estuvo servido y la directora de eventos comprobó el estado del mismo ordenó retirarlo y sustituir por otro primer plato. Inmediatamente se puso de pie, tomó la palabra, y dijo que el plato se retiraba porque no estaba como debiera. Asumió su responsabilidad por haber desatendido las indicaciones de cocina, que es quien sabe de esto.

Aprendí dos lecciones importantes; una es “Cuando te equivoques, adelántate”. Reconoce el error y no dejes que otro lo aflore antes que tú. Además, lo puede distorsionar. La otra es “Reacciona rápido”. Un profesional inteligente se recupera de una caída en seguida; estaba en una empresa ejemplar, que tuvo una capacidad de reacción rápida y supo gestionar el “fracaso” inmediatamente.

Con esta sencilla actuación comprobé cómo la reacción de la directora hizo que  los invitados –el cliente de la empresa- en lugar de salir de allí pensando que el arroz de Dani García lo podría haber cocinado cualquiera, salieran con sus expectativas colmadas; con la sensación de haber estado en una empresa donde los grandes profesionales son capaces de reaccionar ante cualquier imprevisto, sustituir en cinco minutos un plato por otro, si cabe, aún mejor. Como se espera de ellos. Gracias por lecciones como éstas.

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