En el corazón de esta utopía que encabeza este post, late precisamente una aspiración de justicia social y de dignidad laboral tan vieja como el mundo. Hoy puede llamarse, más pomposamente, sostenibilidad y añadir así esa exigencia de que nuestras actividades económicas y productivas en general, no menoscaben los recursos existentes y respeten el futuro de las próximas generaciones.
Pero cuando apelamos a una "nueva empresa en una nueva sociedad", estamos reconociendo, en el fondo dos cosas: que las actuales no cumplen esas exigencias o esas aspiraciones y que, sin embargo, es posible que, en una "nueva" concepción de la empresa y de la sociedad, pudieran llegar a cumplirlas.
Esta es mi aproximación al poliédrico tema de la Responsabilidad Social de las Empresas. La de quien quiere ver a la RSE como una herramienta de avance social, como una feliz oportunidad de que las empresas, en la búsqueda de su competitividad, incorporen a su estrategia niveles de excelencia en las relaciones con sus empleados, con el medioambiente y con sus entornos sociales e institucionales más próximos.
Es así como se produce una extraordinaria convergencia entre los que se acercan a la RSE porque saben que es una herramienta imprescindible de innovación y modernidad de la gestión empresarial en una economía competitiva global y los que lo hacemos creyendo además, que la RSE puede ser una formidable palanca de cambio social para que puedan avanzar la democracia cívica, la cohesión social, la dignidad laboral y las bases sostenibles de nuestro ecosistema.