Si pudiéramos graficarlo de alguna manera, la Argentina se asemejaría a un gran caldero a presión. Allí se cuece una mezcla por demás compleja, con ingredientes no siempre deseados: inflación, aumento de la conflictividad social, indicadores gubernamentales crecientemente cuestionados, mayor porcentaje de la población que no dispone de los medios elementales para asegurarse una vida digna.
Frente a un escenario tan plagado de obstáculos y complicaciones, puede resultar casi una obviedad que el tema del Cambio Climático no se ubique en absoluto dentro de las prioridades de la agenda estatal. Sin embargo, como señala el conocido refrán, el árbol no debe taparnos el bosque. La humanidad toda se enfrenta a uno de los problemas ambientales más graves de los que se tenga noción. Y nuestro país no puede considerarse ajeno a esta discusión, ya que las consecuencias de no actuar a tiempo pueden ser nefastas.
A principios de abril el IARSE organizó en la ciudad de Buenos Aires el 1er Evento Exclusivo para sus Empresas-Miembro, al cual asistieron más de 65 directivos de reconocidas compañías con operaciones en el territorio nacional. El eje central de la disertación (a cargo de Fernando Álvarez, joven cordobés que integra The Climate Project Spain, grupo de trabajo impulsado por Al Gore para difundir esta problemática en el país ibérico) fue justamente abordar los desafíos y oportunidades empresariales frente al reto que a todos nos plantea el Cambio Climático.
Créanme si les digo que los datos a los cuales tuvimos acceso los presentes son realmente espeluznantes. Por ejemplo, entre los años 2000 y 2008 se registran los cinco años más calidos de la historia de la humanidad; la frecuencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos como huracanes, grandes sequías, inundaciones e incendios de magnitud, ha crecido sostenida y preocupantemente en el pasado cuarto de siglo; todos los glaciares del mundo muestran evidentes signos de retroceso (con excepción del Perito Moreno, el único que avanza, pero cuya altura ha decrecido en varios metros).
A ello se añaden otros factores como la pérdida de enormes extensiones de hielo en ambos cascos polares, Ártico y Antártico, los reguladores naturales de la temperatura del globo terráqueo. Deshielos extraordinarios y la novedad de las lluvias (hasta el 2000 nunca había llovido en la Antártica, y desde entonces este fenómeno se da con bastante frecuencia) van cambiando la fisonomía de los polos de la Tierra.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), para evitar un cambio global en todo el sistema climático -que causaría un impacto difícil de evaluar por su magnitud-, es necesario mantener el aumento medio de la temperatura del planeta por debajo de los 2º C y un aumento máximo por década de 0,2º C.
Para ello, es necesario que los países industrializados reduzcan para el año 2020 un 40% sus emisiones de gases de efecto invernadero respecto a los niveles de 1990, y que las naciones en vías de desarrollo adopten tecnologías limpias que les permitan un desarrollo desligado del aumento de emisiones.
Precisamente sobre este último punto vale la pena detenerse un momento a reflexionar. No sólo Argentina evidencia un atraso significativo en el desarrollo e implementación de mecanismos de producción limpios y alternativas energéticas menos contaminantes (como la energía eólica, aprovechando los fuertes vientos de nuestra Patagonia, o la solar), sino que –lo que es más grave- la discusión está prácticamente ausente de los ámbitos gubernamentales.
Procurando rastrear algunos anuncios de peso, sobre políticas de Estado y medidas preventivas del Cambio Climático, es cuando más se evidencian estos "silencios oficiales" en la materia. Apenas unas declaraciones recientes de Romina Picolotti, Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable, admitiendo que "se debe frenar inmediatamente la tasa de desmonte en el país y evitar la expansión de la frontera agrícola", para reducir los daños ecológicos. Suena a poco cuando es imperioso contrarrestar este fenómeno con medidas enérgicas, orientadas al reemplazo de un modelo de producción absolutamente basado en los combustibles fósiles, procurando desarrollar alternativas menos contaminantes y que emitan menos Co2 a la atmósfera.
Suena a poco cuando uno se entera que en España se acordó un Plan de Medidas Urgentes de la Estrategia Española de Lucha contra el Cambio Climático y Energía Limpia, aprobado por el Gobierno en julio de 2007. Dicha iniciativa conjunta del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) y el Ministerio de Medio Ambiente persigue incentivar una reducción anual de al menos 1 millón de toneladas de CO2 equivalente en los sectores difusos a través de actuaciones voluntarias de empresas y del sector privado.
Nuestros representantes, designados por la voluntad popular para tomar las decisiones que estimen más convenientes en beneficio de toda la ciudadanía, siguen tan enfrascados en solucionar asuntos de la cotidianeidad (importantes, qué duda cabe, pero no dejan de ser "el árbol"), que han perdido de vista un horizonte de problemas probablemente mucho mayor ("el bosque" de efectos indeseados producto del cambio climático).
Como siempre, el cortoplacismo se impone en un país incapaz de imaginarse a sí mismo a varias décadas vista. No se trata aquí de descargar todas las tintas del problema en los sectores públicos. Cada individuo tiene una cuota de responsabilidad y algo por hacer para mitigar sus emisiones y consumos, incluso a nivel doméstico. Somos todos responsables, pero no vendría mal algo de ayuda de nuestros representantes, para instalarlo definitivamente en la agenda pública como un tema que no podemos desconocer. Ni evitar, en la medida que lo sigamos escondiendo debajo de la alfombra.
Alejandro Roca
Director Área Comunicaciones
IARSE
aroca@iarse.org
www.iarse.org