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La contaminación forma parte de nuestra vida cotidiana, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Está en el aire que respiramos, en el agua que consumimos y en los residuos que generamos sin control. Más allá de los microplásticos, convivimos con metales pesados, gases tóxicos y sustancias químicas persistentes que impactan directamente en nuestra salud y en la de los ecosistemas. Lo invisible, en este caso, también puede ser letal.

Cada año, millones de toneladas de residuos —desde plásticos hasta aparatos electrónicos en desuso— terminan en vertederos, ríos, océanos o incineradoras, comprometiendo la biodiversidad y generando un impacto que trasciende generaciones.

La humanidad, en conjunto, genera cada año entre 2.100 y 2.300 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos, según Naciones Unidas (ONU), y esa cantidad de basura se duplicará antes de 2050 hasta llegar hasta los 3.800 millones si no se adoptan medidas urgentes. «El consumo excesivo nos está matando», señaló el secretario general de la ONU, António Guterres, hace solo unos meses al presentar estas cifras. En este contexto, es urgente repensar cómo producimos, consumimos y gestionamos todos nuestros recursos, no solo los plásticos.

El primer paso para esta transformación es un cambio en los hábitos de consumo. Aunque muchas personas están dispuestas a reducir su huella ambiental, la falta de información, de alternativas accesibles y una cultura del ‘usar y tirar’ siguen siendo obstáculos. Es crucial fomentar la educación ambiental y la corresponsabilidad ciudadana para que cada decisión cotidiana —desde qué compramos hasta cómo nos deshacemos de ello— contribuya a un entorno más saludable.

Desde una perspectiva económica, la transición hacia una economía circular es indispensable. En sectores como el tratamiento de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), en el que trabajamos en Movilex, hemos comprobado que la innovación tecnológica permite recuperar materiales valiosos y evitar la contaminación asociada al abandono o mal manejo de estos residuos.

Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en 2024 se estableció un objetivo mínimo total de 17,47 kilos de RAEE por habitante para todo el territorio nacional. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar estos objetivos. Necesitamos políticas fiscales y de inversión que incentiven el ecodiseño, el reciclaje avanzado y la valorización de recursos, al tiempo que faciliten el acceso a estas tecnologías para las pequeñas y medianas empresas.

En el plano político, los gobiernos tienen un papel determinante. España ha dado pasos importantes, como el impuesto a los envases plásticos no reutilizables o la normativa sobre residuos y suelos contaminados, pero debemos seguir avanzando. A nivel global, iniciativas como el futuro tratado de la ONU sobre la contaminación por plásticos deben ampliarse para abordar otras formas de contaminación igual de urgentes, como la del aire o los residuos peligrosos. Hace falta una legislación más ambiciosa, coordinada y orientada a la prevención, que promueva una industria más limpia, una gestión más eficiente y un consumo más consciente.

La lucha contra la contaminación no puede limitarse a un tipo de residuo o a una única solución. Es un desafío multidimensional que exige acción conjunta, compromiso transversal y una mirada de largo plazo. En Movilex creemos que el futuro pasa por convertir los residuos en recursos, la innovación en motor de cambio y la sostenibilidad en base de cualquier decisión. Solo así podremos avanzar hacia un futuro más limpio y garantizar un entorno seguro y sano para las generaciones que vienen.

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Opinión#medioambiente2025

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