En el contexto del Día Mundial del Medio Ambiente 2025, cobra especial relevancia la necesidad de transformar nuestra relación con los recursos naturales. En un mundo cada vez más afectado por la crisis climática y la degradación ambiental, resulta urgente repensar los modelos de producción, gestión y valorización de residuos. La Unión Europea lidera esta transición, promoviendo una política climática ambiciosa a través del Pacto Verde Europeo, cuyo objetivo es convertir al continente en el primero climáticamente neutro para 2050. Este compromiso tiene como objetivo reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55 % de aquí a 2030, en comparación con los niveles de 1990.
En este proceso de transformación, la tecnología juega un papel esencial. Una de las herramientas más eficaces en este camino hacia un modelo circular y bajo en carbono es la centrifugación, una solución que permite a la industria operar de forma más eficiente y sostenible. En sectores como el agroindustrial o el urbano, donde la generación de residuos es continua, la valorización de esos residuos se presenta como una alternativa estratégica. Un claro ejemplo de ello es la conversión de materia orgánica en biogás, una fuente de energía renovable capaz de generar electricidad, calor y fertilizantes naturales a partir de subproductos y desechos. Esta práctica no solo reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también impulsa oportunidades de desarrollo local, especialmente en zonas rurales.
Frente al desafío de mitigar las emisiones, la captura de carbono se ha convertido en una prioridad tecnológica. La centrifugación está comenzando a desempeñar un papel relevante en diversas etapas de este proceso. En entornos de investigación, se utilizan centrífugas de alta velocidad para separar mezclas líquidas con CO₂ disuelto. Asimismo, la centrifugación permite procesar materiales absorbentes, como solventes líquidos o materiales sólidos (zeolitas, aminas), facilitando su recuperación y aumentando la eficiencia de captura. Además, muchas tecnologías de captura de carbono generan residuos líquidos o lodos contaminados que requieren tratamiento. Las centrífugas permiten deshidratar y concentrar estos subproductos, facilitando su gestión, transporte y disposición con un impacto ambiental reducido.
La centrifugación aporta beneficios clave como eficiencia, sostenibilidad y versatilidad. Acelera y optimiza procesos industriales que, de otro modo, serían más lentos o ineficientes; permite recuperar y reutilizar recursos valiosos como el agua, los aceites y otros componentes; y es aplicable en una amplia variedad de industrias, desde el tratamiento de aguas hasta la gestión de residuos industriales y el reciclaje de aceites y emulsiones. En el tratamiento de aguas, por ejemplo, las centrífugas separan sólidos y sedimentos, permitiendo que el agua tratada pueda ser reutilizada o vertida con un impacto ambiental mínimo, a la vez que se reducen los costes de gestión. En la industria en general, permiten un procesamiento más limpio y sostenible, al evitar el uso de agentes químicos, mejorar la calidad del producto final y reducir la generación de residuos.
Este enfoque de transformar el residuo en recurso refleja el espíritu del pensamiento circular, o Circular Thinking, una filosofía promovida por Pieralisi, empresa líder en soluciones de separación industrial. Bajo esta visión, del residuo se pasa al recurso, y del carbono, a la acción climática. Así se construye un futuro más justo, eficiente y sostenible para todos.