¿Quieres aportar para construir un mundo mejor? Es probable que la mayoría de las respuestas a esta pregunta sean afirmativas, algunas quizás incluso con un rotundo “¡SÍ, QUIERO!”. Pero, ¿cómo podemos lograrlo? Aunque es lamentable, muchos de nosotros quizás no viviremos para ver un mundo transformado en su totalidad. Sin embargo, podemos hacer nuestra parte y dejar un legado significativo para las futuras generaciones.
Entonces, ¿cómo podemos llevar a cabo este cambio? Existen dos caminos principales, y ambos conllevan desafíos. Lamentablemente, hemos comenzado a prestar atención a esta cuestión demasiado tarde, por lo que ninguno de los dos caminos es indoloro.
El primero, y el que menos recomiendo, es el nuevo comienzo forzado por un conflicto o una gran catástrofe que nos obligue a reflexionar y cambiar a través del dolor y la pérdida. Este es, sin duda, el peor de los escenarios. A lo largo de la historia, muchas sociedades solo han avanzado tras ser sacudidas por tales eventos, revisando y modificando sus conceptos y acciones en respuesta al sufrimiento.
El segundo camino, aunque no exento de dificultades, es el cambio de comportamiento gradual. Esto abarca desde acciones personales hasta una participación más amplia en la sociedad. Es posible que pienses que se trata de una típica charla sobre ecología, pero mi enfoque va más allá. La transformación necesaria es mucho más profunda.
A nivel global, existe un sector que trabaja incansablemente para mejorar nuestras sociedades: el tercer sector, compuesto por organizaciones sociales. A diferencia del primer sector (gobiernos) y el segundo (empresas con fines de lucro), el tercer sector está dedicado al bienestar social y a la justicia.
Una de las formas más efectivas de contribuir a la mejora del mundo es conocer, valorar, apoyar y, cuando sea necesario, denunciar las actividades de las organizaciones sociales, también conocidas como ONG u OSC (Organizaciones de la Sociedad Civil). El apoyo y la inversión en estas organizaciones no solo implican recursos económicos, sino también participación activa, ya sea en persona o a distancia, en diversas causas y acciones.
El voluntariado, que es una parte fundamental del tercer sector, puede contribuir de manera integral a la formación de una sociedad más pacífica, amable, participativa, consciente y respetuosa. Aunque todos llevamos vidas ocupadas, es esencial adaptarnos y comprometer nuestro tiempo y esfuerzos a estas causas. La gestión efectiva de nuestro tiempo y recursos es crucial para hacer realidad estos cambios.
Invito a todos a transformar su tiempo, sus actitudes y, de esta manera, a contribuir a la creación de un mundo mejor. Es posible, y está en nuestras manos. ¡Actuemos ahora!