No obstante, el mayor reto que afrontamos en la actualidad como sociedad es, sin duda, la aceleración del cambio climático, fruto de nuestro modelo de consumo lineal, basado en adquirir, usar y desechar. Esta forma de vida nos ha conducido a una situación crítica: según el Foro Económico Mundial (FEM), nuestro modo de vida actual consume un 60% más de recursos de los que la Tierra puede proporcionar de forma sostenible. Los resultados de este dato son bien tangibles. Según el informe Circularidad: no hay tiempo que desperdiciar de ABB, que encuestó a más de tres mil profesionales de distintos sectores industriales en el mundo, el 94% de las empresas industriales en España están sintiendo los efectos de la escasez de recursos, lo que lleva al 58% a aumentar su inversión en iniciativas de circularidad en los próximos tres años.
Las materias primas como el agua, el litio o el fósforo, ya escasean a niveles históricos y se consideran el recurso más escaso (39%), seguidas de la mano de obra (30%), la energía (29%) y los componentes electrónicos (22%); provocando nuevos enfoques de producción más sostenibles, que permitan el desarrollo responsable de las empresas. Esta escasez de recursos ha provocado un aumento de los costes para el 34% de las empresas, así como la interrupción de la cadena de suministro para el 34% y la ralentización de la capacidad de producción para el 23%. En este sentido, la circularidad se sitúa como un imperativo en el camino de las compañías hacia la sostenibilidad. No solo para mejorar la eficiencia de los recursos y ahorrar costes, también para aumentar la resiliencia de los negocios frente a retos a escala global.
En este punto conviene recordar que la circularidad no es –solo- el reciclaje. Para que una empresa sea circular, debe adoptar un enfoque holístico en el que se tengan en cuenta todos los procesos, ya sea internos o externos, y dotarlos de un sentido de responsabilidad colectiva. Por otro lado, integrar nuevas tecnologías que contribuyan a la eficiencia energética es un aspecto clave que permite convertir el contexto desfavorable en una oportunidad para la innovación, la competitividad y el progreso sostenible.
En el ámbito industrial, en los últimos años se han logrado grandes avances en eficiencia y ahorro de energía. Avances cruciales teniendo en cuenta que los motores eléctricos industriales representan casi la mitad del consumo mundial de electricidad. Pero sigue habiendo un largo camino que recorrer, pues los cambios estructurales en grandes empresas industriales requieren inversiones significativas de dinero y tiempo. Rentables en el largo plazo, para algunas inasumibles en el corto.
Así pues, las empresas deberán apostar por utilizar materiales reciclados en sus productos en alguna medida, asociarse con empresas de gestión de residuos, incorporar tecnologías energéticamente eficientes y promocionar principios circulares en la cadena de suministro.
Ante esta disyuntiva, los datos se decantan por las empresas proactivas. Los que aplican activamente prácticas circulares ya han obtenido beneficios inmediatos con menos residuos y una mejor eficiencia energética. Invertir en circularidad ya ha generado beneficios cuantificables, como la reducción de residuos (44%) y la mejora de la eficiencia energética (40%). Con el tiempo, es probable que estos logros iniciales se conviertan en ventajas duraderas, por ejemplo, procesos más eficientes y mejor control de costes. Aunque algunas empresas expresan su preocupación por la inversión inicial necesaria, la mayor parte prevén mejoras a largo plazo en la eficiencia de los procesos y el control de costes.
Para que todo esto sea posible, también será necesario el aumento de la regulación y de los requisitos de información y un mayor apoyo gubernamental para adoptar prácticas empresariales circulares.
Como conclusión, y tal como apuntaban los antepasados mencionados al principio, quizá lo más inteligente no sea avanzar a cualquier precio, si no saber cuál es el momento de volver a empezar y reinventarse para cerrar el círculo.