Es difícil defender aquello en lo que crees. Si, además, eres joven, doblemente difícil. Si tu entorno no te presta su apoyo, puede que ni lo intentes. Si aun así lo intentas, pero no tienes recursos (difícilmente los tendrás si eres joven), puede que coronar el Everest sea más fácil que hacerte oír.
No lo tenemos fácil y, si queremos que nos escuchen, los jóvenes debemos usar las herramientas existentes y que tenemos a nuestro alcance. Por ello, quiero romper una lanza por un mundo al que me dedico, que conozco bien y que me gusta defender, porque creo en él. Se trata del mundo financiero y de las inversiones.
Sí, lo has leído bien.
Creo que los jóvenes solemos renegar de él a menudo, porque no lo entendemos, porque no creemos en él o porque nos parece demasiado lejano. Total, si no tenemos ahorros… ¿Qué vamos a invertir? Creo sinceramente que es un enfoque equivocado: el mundo financiero no va a desaparecer o cambiar profundamente (al menos, no lo hará mañana, ni el mes que viene, ni, probablemente, en la próxima década). Mientras exista, pues, deberíamos aprovechar su funcionamiento para que nos beneficie, a nosotros y a aquello en lo que creemos.
Sin lugar a duda, la mejor forma de aprovecharlo sería jugando el papel de un inversor activista. Un inversor activista es aquel que, a través de la propiedad de una empresa, utiliza su influencia para cambiar las cosas dentro de la misma. No estoy inventando la rueda: ya han existido muchos inversores activistas a lo largo de los tiempos y algunos de ellos son considerados algunos de los mejores inversores de la historia.
Lo que hace que la situación sea distinta en comparación con inversores activistas pasados es nuestro conocimiento y capacidad para actuar como un ente compacto. Si actuamos cada uno por nuestra cuenta, no tendremos los fondos suficientes para llegar a ningún sitio (no como los inversores activistas del pasado o la actualidad, que ya cuentan con fondos más que suficientes por sí mismos). Sin embargo, si nos ponemos (medianamente) de acuerdo para ir todos en una misma dirección, cambiaremos el mundo, y lo cambiaremos de verdad. Os lo demuestro: ¿sabéis cuánto han ahorrado los jóvenes, de media, para adquirir su primera vivienda? Solamente algo más de 12.000 euros, cantidad claramente insuficiente para conseguir el objetivo de comprar un piso o una casa. Sin embargo, si utilizáramos una fracción de esos ahorros (pongamos, solamente, 1.000 euros) para ser inversores activistas, y lo hiciéramos todos los jóvenes (somos, aproximadamente, 6 millones de personas entre los 18 y los 30 años en España), conseguiríamos un fondo de 6.000 millones de euros. Estaríamos en el Top 5 de fondos de inversión en España.
Y, a partir de ahí, los límites los marcan esos importes y nuestra imaginación. Podríamos defender, ahora sí, siendo escuchados, aquello en lo que creemos. Mi apuesta personal sería luchar por un mundo impulsado por las energías renovables. Conseguiríamos dotar a España de energía limpia, haciendo que nuestro país también fuera más competitivo en comparación con nuestros vecinos. Además, la normativa empieza a estar a favor de este cambio. Todo ello, a la vez que se podrían rentabilizar los fondos para, luego, devolverlos a los jóvenes.
Sin embargo, admito que existen ideas de inversión activista que competirían fantásticamente bien con las energías renovables. Los fondos se podrían utilizar para luchar contra la especulación inmobiliaria (por ejemplo, comprando viviendas que luego fueran alquiladas a participantes en el fondo, a precios competitivos para los jóvenes) o para entrar en el accionariado de grandes empresas y promover planes de igualdad que den a todo el mundo las mismas oportunidades.
En definitiva, es el momento de hacer algo por nuestro futuro. Cada uno debe mirar dentro de sí mismo y pensar si está haciendo lo suficiente. Yo creo que, individualmente, la respuesta puede ser sí, pero, colectivamente, es un no rotundo. Y la inversión activista puede ser el impulso definitivo a las ideas en las que creemos y que sabemos que nos ayudarán a construir un mundo mejor.
Referencias:
https://www.expansion.com/economia/2020/12/27/5fe87cbee5fdeaad208b4615.html
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