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Las negociaciones durante las dos últimas semanas en la Cumbre del Clima COP25 han puesto de manifiesto que la ciencia y la sociedad civil van por un lado y los representantes políticos de los casi 200 países firmantes del Acuerdo de Paris van por otro. Este fin de semana, tras en días y noches de intensas conversaciones, la falta de capacidad de la presidencia de Chile para sacar adelantes acuerdos ambiciosos, se han vivido desde dentro de la cumbre como un fracaso y una decepción. El documento ‘Chile-Madrid, tiempo de actuar’ ha dejado demasiados agujeros pendientes para más adelante, pese al título y lema de la cumbre.

Entre los resultados positivos, se incluyen algunos escasos avances. Entre ellos, que al final se ha conseguido incluir una referencia a que los países ampliarán sus compromisos de recortes de emisiones contaminantes, pero será de cara a la futura cumbre COP26, en 2020 en Glasgow, y no ahora como se pretendía. De hecho, era algo que ni siquiera se quería mencionar hasta el último momento, pese a que los datos científicos presentados estos días de atrás ponen en evidencia que lo comprometido en el Acuerdo de Paris hace cuatro años se ha quedado corto. Es un punto en el que ha habido grandes presiones de Estados Unidos y otros países cada vez más contaminantes, como India, China o Australia, poco dispuestos a seguir la senda que se buscaba en esta COP.

En la reunión final del Plenario, en la que algunos de los delegados ni siquiera encontraban los documentos a aprobar, destacó también la aprobación de un Plan de Género que también se vio peligrar, pese a las evidencias que indican que las mujeres y niñas resultan más afectadas por el cambio climático. También se salva una mención a que hay que integrar a las soluciones que ofrece la naturaleza y su biodiversidad, algo que no se reconocía hasta ahora en el Acuerdo parisino, y otra a la importancia de contar con la ciencia para seguir avanzando.

En lo demás, ningún avance destacable, como se veía venir desde hacía días. Visto el atasco entre presiones de unos y otros, la presidenta chilena recurrió la noche del sábado a la ministra española de Transición Ecológica Teresa Ribera, quien reconocía que, finalmente, el resultado era “agridulce”. Ella logró que al menos se hiciera mención a un compromiso de futuro con más recortes de emisiones.

Lo que se ha quedado colgado para la cumbre en Glasgow el 2020 es un artículo del Acuerdo de Paris, el artículo 6, que se quería poner en marcha este próximo mes de enero y era uno de los grandes objetivos para esta encuentro: la regulación de un mercado de emisiones de carbono sobre el que no se ha encontrado consenso. Se trataba de acordar las normas para que más contaminan ‘compren’ derechos de emisión (es decir, de contaminación) a los que menos lo hacen o más recursos tienen para compensar ese carbono. Es un mercado que funciona en la UE y que otros países, sobre todo de economías en crecimiento como Brasil, China o India, no querían que siguiera las estrictas normas de transparencia que exigían europeos y otros gobiernos. El riesgo era que acabara habiendo una doble contabilidad, es decir, que se falseara al final lo que se está dejando de contaminar a nivel global con este mecanismo de compra-venta y el precio del carbono fuera tan barato que no compensara dejar de emitirlo.

Para Ribera, pese a ser un fracaso haberlo retrasado de nuevo  ”es mejor tener un sistema robusto que uno malo” , si bien diversas ONGs que han estado como observadoras del proceso señalan que con ello se abandona a los países en desarrollo a su suerte, pues un porcentaje del dinero que se moviera en este mercado se destinaría a que pudieran adaptarse o mitigar los impactos del cambio climático en sus territorios. “El resultado de esta COP25 está muy lejos de los que nos dice la ciencia que es necesario”, reconocía Laurence Tubiana, uno de los arquitectos del Acuerdo de Paris. Similar decepción mostraba el secretario general de la ONU Antonio Gutérres: “La comunidad internacional perdió una oportunidad importante para mostrar más ambición en mitigación, adaptación y financiamiento para enfrentar la crisis climática”, señalaba en Twitter.

Hay que recordar que el último informe científico del IPCC indica que el mundo no está en el camino adecuado para no superar los 1,5ºC para fin de este siglo (como se acordó en 2015) porque ya estamos por encima de 1º C y que, de seguir así, se superarán en más de 3ºC, es decir más del doble. Se podría evitar, eso sí, pero en 10 años había que conseguir reducir las emisiones de CO2 un 45% respecto a 2010 y llegar a cero en 2050 con todos a una trabajando en ese esfuerzo. Pues bien, no sólo no bajan las emisiones sino que este año suben un 0,6% más a nivel global, y nada indica que no lo seguirán haciendo pese a lo que marca la ciencia. Crecen menos, sobre todo por recortes en la UE y EEUU, pero crecen.

Ante este panorama, el segundo asunto importante sobre la mesa era el que reclamaban los países en desarrollo e insulares que ya están experimentando los impactos del cambio climático. Un informe presentado por 150 ONGs señalaba que las pérdidas y daños en estos países podrían alcanzar los 300.000 millones de dólares en 2030 y apuntaban como responsables a los países ricos.

Sin embargo, tampoco han conseguido lo que se buscaba, que no era otra cosa sino conseguir financiación para estos países ya afectados, algo que está pendiente desde que se aprobó en 2013 el Mecanismo de Varsovia. Finalmente, sólo se ha aprobado un nuevo grupo de trabajo, la Red de Santiago, para asesoramiento, así como dedicar dinero del llamado Fondo Verde del Clima –en principio destinado a acciones de adaptación y mitigación- a estos daños y pérdidas, si bien durante la misma COP25 ya quedó claro que el Fondo Verde es claramente insuficiente para lo que ya tenía asignado: sólo tiene unos 9.700 millones de dólares de los 100.000 previstos.

Tanto los delegados de los países más afectados como los portavoces de las ONGs han denunciado que se abandone de esta forma a cientos de millones de personas que ya sufren sequías extremas, inundaciones, huracanes más intensos y con más frecuencia o deshielo polar. “La ciencia es clara, pero la ciencia está siendo ignorada”, declaraba la joven activista Greta Thunberg. Desde organizaciones como Greenpeace, WWF, Ecologistas en Acción, Action Aid, Oxfam, SEO/Birdlife, etcétera, la consternación era similar.

Pero más allá del fracaso interior, lo que dejado claro esta COP25 es que hay la distancia entre sus muros, las iniciativas privadas y las calles del mundo. Entre los primeros se va lento, pero fuera la presión cada vez es mayor a medida que son más evidentes los impactos y que es ya imposible dejar al margen estas voces discrepantes, entre las que las nuevas generaciones tienen ya un indiscutible papel. Ellas serán las herederas y no les gusta lo que se avecina. 

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