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Uno de los términos más utilizados en el ambiente académico y empresarial es el de Excelencia. Existen premios, reconocimientos y clubes de excelencia. Conviene detenerse a pensar en su definición para no usar el término con demasiada ligereza, y evitar así que acabe perdiendo su verdadero significado.

Según la RAE, Excelencia es: Superior calidad o bondad que hace digna de aprecio y estima una cosa o a una persona.

La noción de excelencia, por lo tanto, se relaciona a la idea de perfección y con características sobresalientes. Supone también el reconocimiento de los otros. El término señala aquello que está por encima del resto. En el caso de las personas, la excelencia hace mención a alguna capacidad o habilidad fuera de lo común o a un talento difícil de igualar.

Queda claro que hablamos de algo sobresaliente, extraordinario, superior; por eso hemos de ser prudentes y no “banalizar” el término.

La excelencia parece ser el culmen de algo, el final, la meta. Pero, sin embargo, dentro del propio concepto de Excelencia está implícito su ser inacabado. La Excelencia existiría sólo en potencia, no en acto (pensemos en la teoría de Aristóteles). En el momento en que nos acercamos a la perfección, hay que volver a empezar y seguir trabajando. Nunca se alcanza la meta, la excelencia es un camino en sí misma. Es una forma de entender el trabajo, una actitud ante la vida y un compromiso con la responsabilidad. Ser excelente supone un esfuerzo por la innovación y la mejora continua, sobre todo en nuestra sociedad de cambios rápidos.

Ese deseo de excelencia, de superación es lo que mantiene viva la esperanza de las personas y las organizaciones. Es esa utopía de la que hablaba el escritor Eduardo Galeano, la utopía que sirve para caminar, que se va alejando a medida que nos acercamos a ella.

Si hablamos de  Excelencia empresarial, deberíamos superar,  la conexión directa que aún establecemos con la calidad. La calidad es “conditio sine qua non” pero calidad no es sinónimo de excelencia, al menos por sí sola.

Pero sí es correcto asociar Excelencia y RSE. Todo lo que de verdad significa la Responsabilidad Social Empresarial es sinónimo de excelencia. Hablo de la RSE bien entendida, aquella que es un modelo de gestión y supone un compromiso real con la Sociedad. No de la RSE que se entiende como “buenismo” y se vende como producto de marketing.

Para la Responsabilidad Social lo importante no es sólo lo qué hacemos, la calidad de nuestro servicio o producto, sino y sobre todo,  cómo lo hacemos. Ésta es la verdadera diferencia entre la Calidad y la Responsabilidad.

No podemos calificar una empresa como excelente aunque fuera la número uno en tecnología y sus productos imbatibles: el mejor teléfono móvil, ordenador, ipad,…si para lograr que sus  productos sean los mejores, esa Compañía pone en riesgo la salud y la integridad de personas  que tienen que manipular materiales tóxicos. No podemos hablar de excelencia  de una empresa alimenticia, si está despoblando bosques, o perjudicando la biodiversidad de algunos ecosistemas para poder fabricar sus productos alimenticios.  Tampoco lo sería, una empresa Consultora que  hace que sus empleados tengan que renunciar a su vida personal y familiar por los disparatados horarios que tienen que sufrir para conservar su puesto de trabajo.

Ninguna empresa así podría llamarse excelente ni decir que su gestión o su Gobierno corporativo lo es. Por eso, el criterio de la calidad es insuficiente. Hoy es imprescindible incluir y tener en cuenta los Criterios ESG (o ASG en español), Criterios ambientales, sociales y de Buen Gobierno corporativo.  De esta forma sí se puede hablar de Excelencia en la gestión. La calidad es una condición básica y será una consecuencia de los anteriores.

Como decía Aristóteles, Somos lo que hacemos día a día, de modo que la Excelencia no es un acto, sino un hábito. La RSE como modelo de gestión consiste en incorporar los criterios de los que hablamos anteriormente (ESG) en las operaciones diarias de cualquier Compañía u Organización. De este modo, hacer lo correcto y querer ser excelente se convierte en un hábito. Este deseo de excelencia supone un plus tratándose de la RSE, ya que no sólo perseguimos la excelencia como una búsqueda de mejora empresarial sino que queremos resolver problemas sociales y ambientales de nuestra sociedad y de nuestro mundo, esa es la mejor razón para querer ser mejores cada día.

No podemos olvidar la “ética” como el marco en el que establecemos las reglas de juego, que conviene dejar muy claras. Los límites son buenos y son necesarios en las empresas, y no podemos hablar de Excelencia sin reglas de juego, sin límites, y sin ética.

Exigencia, ética, mejora continua, innovación, límites, ilusión… Siempre Caminando hacia la Excelencia.

“Para que surja lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible” Hermann Hesse

 

 

En este artículo se habla de:
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