Las consecuencias de la crisis económica, combinadas con factores demográficos o de migración y un descenso de recursos, requieren nuevos modelos de desarrollo que se basen en una mayor democracia, una participación ciudadana más sólida y una mejor gobernanza fundamentada en instituciones más abiertas, receptivas y transparentes. Esto también se aplica al sector de la cultura, donde cada vez más organizaciones implementan sistemas de participación, adquiriendo un papel más importante en las políticas culturales.