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Cada 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente nos recuerda algo esencial: el derecho a un entorno saludable es la base sobre la que se construyen todos los demás derechos. Protegerlo implica transformar nuestros sistemas de producción, consumo y, de forma especialmente urgente, nuestro modelo energético, por lo que desde este sector tenemos la responsabilidad, y la oportunidad, de liderar una transición justa, ambiciosa y real. De hecho, en Contigo Energía llevamos ya 20 años trabajando con ese propósito, y seguimos haciéndolo con más convicción que nunca.

España cuenta con una ventaja competitiva envidiable: nuestros recursos renovables. El sol, el viento y otras fuentes limpias pueden asegurar una producción energética más sostenible y, al mismo tiempo, permitirnos avanzar hacia una mayor autonomía estratégica, reforzar nuestro modelo económico, mejorar la competitividad e impulsar la reindustrialización del país.

Pero necesitamos actuar con decisión y valentía para revertir esta situación. En primer lugar, debemos acelerar la descarbonización del sistema eléctrico con objetivos ambiciosos, reglas claras y estabilidad regulatoria. Las inversiones en energías renovables y almacenamiento son esenciales, pero solo serán sostenibles si van acompañadas de políticas públicas que den certidumbre y garanticen el interés general.

En segundo lugar, es imprescindible democratizar el acceso a la energía limpia. Eso implica facilitar el autoconsumo, impulsar las comunidades energéticas y proteger a las personas en situación de vulnerabilidad. No puede haber justicia ambiental sin justicia energética: nadie debería quedarse fuera de esta transformación por razones económicas o territoriales.

Porque esta transformación energética no solo se juega en los megavatios o los kilómetros de red. Tiene una dimensión social decisiva. Según las estimaciones del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), las inversiones previstas hasta 2030 podrían generar entre 250.000 y 350.000 nuevos empleos, muchos de ellos en zonas rurales o regiones con necesidad de reactivación económica. La transición verde tiene un enorme potencial para convertirse en el gran motor de generación de oportunidades, atracción de talento e impulso al tejido productivo local.

Además, este proceso puede movilizar más de 200.000 millones de euros en inversiones, consolidar a España como un referente europeo en energías limpias y nuevas industrias, y lograr una reducción acumulada de más de 150 millones de toneladas de CO₂. Es decir: menos contaminación y más empleo. Interesante, ¿verdad?

Garantizar un medioambiente sano para todas las personas no es una aspiración simbólica. Es una tarea urgente que requiere reformas profundas y un compromiso sostenido. La transición energética no puede quedarse en un marco técnico o en declaraciones bien intencionadas. Debe materializarse en decisiones valientes, normativas coherentes y políticas públicas que pongan a las personas, los territorios y el planeta en el centro.

Pero esta transformación no puede recaer únicamente en las instituciones o en la industria. Más allá de las infraestructuras y los marcos normativos, avanzar hacia un mundo libre de contaminación requiere también un cambio cultural profundo. Necesitamos revisar nuestros hábitos de consumo, nuestras expectativas de confort y nuestra relación con los recursos naturales. Apostar por la eficiencia, reducir el despilfarro energético, planificar con criterios ecológicos y pensar en el largo plazo debería ser parte de una nueva cultura ciudadana.

La implicación de la ciudadanía y del tejido empresarial es imprescindible. Todos tenemos un papel que jugar en la transición hacia un modelo más sostenible, desde nuestras decisiones de consumo hasta las opciones energéticas que elegimos en nuestros hogares, negocios o comunidades son claves. A menudo pensamos que para proteger el medioambiente hay que hacer grandes sacrificios, cuando en realidad algunos de los pasos más efectivos están a nuestro alcance: elegir energía 100% renovable, apostar por la eficiencia y reducir nuestro impacto. Sencillo.

Dar el paso hacia una energía limpia no es solo una cuestión técnica o económica, es una afirmación de valores. Significa actuar en coherencia con el futuro que deseamos y con el derecho que todas las personas tienen a vivir en un entorno saludable. Es hora de moverse, de elegir bien y de hacerlo ya.

Porque si queremos respirar un aire más limpio, conservar la biodiversidad y proteger los recursos que sostienen nuestra vida, no basta con imaginar un mundo mejor: hay que construirlo. Y ese mundo empieza por la energía que lo alimenta.

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Opinión#medioambiente2025

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