Hoy, 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medioambiente, una oportunidad perfecta que, cada año, tiene como objetivo sensibilizar a la sociedad en relación a temas ambientales, intensificando la atención y la acción política. Actualmente, nos encontramos ante una situación medioambiental realmente preocupante que ha puesto el foco de atención en este problema social y político y que se ha convertido, sin duda, en uno de los grandes desafíos de nuestro siglo. Por ello, el derecho a un medioambiente sano ha sido reconocido por la ONU como un derecho humano. Ahora bien, para garantizarlo de forma efectiva, se requieren transformaciones concretas en todos los ámbitos: social, económico y político. Además, cabe destacar que el sector educativo también juega un papel esencial como motor de cambio y concienciación de las generaciones del futuro.
Es evidente que, en el plano económico, urge una transición hacia modelos sostenibles de producción y consumo, lo que implica abandonar dependencias como la de los combustibles fósiles, promover y apostar por las energías renovables y adoptar economías circulares que reduzcan, reutilicen y reciclen materiales. Sin duda, el sector empresarial debe ponerse las pilas e incorporar criterios ambientales en sus modelos de negocio y los gobiernos, por su lado, deben incentivar con políticas fiscales ecológicas que impulsen a que esto se convierta en una realidad. Por ello, se requieren marcos regulatorios más firmes y que se actualicen las leyes ambientales para que sean aplicadas con rigor. Fortalecer la gobernanza ambiental es, sin duda, fundamental.
Por lo que respecta al ámbito social, necesitamos un gran cambio en los hábitos del día a día y en los valores de la sociedad con respecto al cuidado de nuestro planeta. El objetivo no puede ser otro que fomentar estilos de vida más sostenibles que impliquen un consumo consciente y responsable, en todos los aspectos y ámbitos posibles.
Y es aquí es donde la educación cobra especial relevancia. No hay ninguna duda de que, desde edades tempranas, debemos fomentar en los alumnos un estilo de vida sostenible, que valore y respete la naturaleza, y que les haga conscientes del impacto de sus acciones en el entorno. La educación ambiental debe integrarse en los planes de estudio de manera transversal, con metodologías participativas, experimentales y conectadas con la realidad local. Que esté totalmente integrada en el proyecto educativo será clave para que los estudiantes, y sus educadores, se conviertan en agentes activos del cambio.
Además, es muy importante que, desde los centros educativos, se pongan en marcha prácticas ambientales de forma real, en el día a día del aula, y sirviendo como el mejor de los ejemplos: uso de botellas u otros utensilios reutilizables evitando el uso de plásticos, aprender a reciclar y gestionar residuos, crear huertos escolares para promover la responsabilidad y el cuidado de su biodiversidad, reducir el desperdicio alimenticio en los comedores y llevar a cabo campañas como: "los guardianes del agua", "los detectives de enchufes" o "Los capitanes verdes" para promover el uso responsable del agua, la electricidad, el reciclaje y la reutilización, respectivamente.
Para concluir, está claro que queremos y necesitamos avanzar hacia un mundo más sostenible y libre de contaminación, pero esto requiere una transformación sistemática y coordinada entre todos los sectores de nuestra sociedad. Cuidar de nuestro planeta no es solo un objetivo, sino una necesidad básica y esencial que necesita, además, más atención que nunca. Una vez más, la educación, como base social, debe ocupar un lugar central en esta tarea con el fin de formar a personas solidarias y comprometidas con el medioambiente.