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En el plano social, necesitamos un cambio cultural que sitúe la sostenibilidad en el centro de nuestras prioridades. Esto empieza por una ciudadanía más informada, crítica y participativa. La educación ambiental debe formar parte de los planes de estudio desde edades tempranas y mantenerse a lo largo de toda la vida. No se trata únicamente de enseñar a reciclar o a reducir el consumo energético, sino de fomentar una comprensión profunda de los sistemas naturales, de las causas de la contaminación y de las interdependencias entre el bienestar humano y la salud del planeta.

Además, es urgente promover estilos de vida más responsables. Las decisiones individuales —como qué comemos, cómo nos movemos, qué consumimos o en qué invertimos nuestro dinero— tienen un enorme impacto agregado. La clave está en facilitar esos cambios desde las políticas públicas y desde el sector privado, haciendo accesibles las opciones sostenibles para toda la población, sin que queden relegadas a una élite con capacidad económica. La sostenibilidad debe ser inclusiva, asequible y atractiva.

En el ámbito económico, urge redefinir los modelos de producción y consumo que han sido predominantes en las últimas décadas. La contaminación del aire, del agua y del suelo, junto con la pérdida de biodiversidad, son síntomas de un sistema que no internaliza los costes ambientales y sociales de sus actividades.

Debemos avanzar decididamente hacia una economía circular y regenerativa, que minimice los residuos. Esto implica repensar los procesos industriales, rediseñar productos para que sean duraderos, reparables y reciclables, y establecer nuevas cadenas de valor sostenibles. A la vez, necesitamos desincentivar económicamente las actividades contaminantes, eliminando subvenciones a los combustibles fósiles y fomentando la innovación en energías limpias, movilidad sostenible, agricultura regenerativa y otras soluciones alineadas con la transición ecológica.

En este proceso, las entidades financieras tenemos un papel fundamental. En Caja Ingenieros las finanzas sostenibles se sitúan en el centro de nuestra estrategia puesto que, desde la perspectiva de banca cooperativa, incorporan el doble prisma por el que desarrollamos nuestra función: medioambiental y desarrollo económico. Fuimos una de las primeras entidades en nuestro país en dedicarse a los fondos sostenibles, con el lanzamiento del primer fondo de una gestora nacional en el que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y su medición determinan la política de inversión. De hecho, el compromiso de nuestra Entidad Cooperativa es impactar positivamente en la sociedad a través de una oferta pionera de productos financieros socialmente responsables para los socios y socias, que cumplen los criterios  sociales, medioambientales y de  buen gobierno (ASG).

Desde la Fundación Caja Ingenieros, creemos firmemente que el sistema financiero puede y debe ser un motor de cambio positivo. Invertir en proyectos sostenibles, ofrecer productos financieros con criterios ESG y facilitar financiación a empresas y particulares que apuesten por la descarbonización son algunas de las palancas que tenemos a nuestro alcance. También acompañamos iniciativas ciudadanas que fomentan la conciencia ecológica y la participación activa en la conservación del entorno, como los programas de ciencia ciudadana que impulsamos junto al CREAF o los Premios que reconocen proyectos emprendedores con impacto ambiental positivo.

Por último, en el terreno político, necesitamos liderazgo y voluntad para tomar decisiones valientes que aseguren el cumplimiento del derecho a un medioambiente sano, reconocido en 2022 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Este derecho no puede ser meramente simbólico: debe traducirse en leyes ambiciosas, mecanismos de control efectivos y garantías reales para las comunidades más vulnerables, que suelen ser las más afectadas por la contaminación.

Es necesario reforzar la gobernanza ambiental a nivel local, nacional e internacional. La colaboración entre gobiernos, empresas y sociedad civil es esencial para coordinar políticas, y generar marcos normativos que favorezcan la inversión sostenible. También es clave garantizar la justicia ambiental: que quienes más contaminan asuman su responsabilidad, y que los costes de la transición no recaigan desproporcionadamente sobre los colectivos con menos recursos.

En definitiva, avanzar hacia un mundo libre de contaminación exige una transformación sistémica. No se trata de sumar pequeñas mejoras aisladas, sino de cambiar de paradigma. Debemos construir una sociedad más justa, resiliente y en equilibrio con los límites del planeta. Es una tarea que nos interpela a todos —instituciones, empresas y ciudadanía— y que, si la abordamos con ambición y cooperación, puede convertirse en una oportunidad para regenerar nuestro entorno, reforzar el tejido social y reactivar una economía más verde y equitativa.

Desde la Fundación Caja Ingenieros, creemos que no puede haber progreso sin planeta, y que cuidar el entorno es también cuidar de las personas y construir un futuro viable para las próximas generaciones.

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Opinión#medioambiente2025

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