Además, en términos de huella de carbono, un kilo de pescado emite tres veces menos que el vacuno, dos veces menos que el cerdo y similar a la huella del pollo[1]. Este prometedor papel de los productos del mar ha sido confirmado por diversos estudios, como el del Blue Food Assessment [2], y la propia Comisión EAT Lancet[3], que se creó para diseñar una dieta de calidad que pudiese alimentar a una población creciente dentro de los límites planetarios. Según este estudio, para lograr este reto es crucial que el consumo de ciertos alimentos disminuya y que el de otros aumente, como es el caso del pescado, que según esta dieta teórica debería incrementar su producción entre un 50 y un 100% de aquí a 2050.
La pesca extractiva sostenible juega un papel fundamental en este reto, y representa, además, unos activos culinarios y culturales que todos disfrutamos y debemos cuidar. Sin embargo, se trata de un sistema alimentario cuyo rendimiento máximo sostenible no podrá satisfacer los aproximados 20 kg/persona/año de consumo de pescado en una población creciente. En este escenario entra en juego la acuicultura, que ya nos proporciona alrededor de la mitad de los productos azules consumidos en todo el mundo y que, en los últimos años, se ha convertido el sector alimentario de mayor crecimiento. Una de las razones para que esta actividad sea tan prometedora es que los peces son unos estupendos convertidores de alimento en proteína gracias a que son animales de sangre fría, que no tienen que invertir en la regulación de su temperatura, y a que flotan, por lo que no necesitan invertir en la fabricación de pesados huesos que los sujeten: si los cerdos convierten el 25% de su comida en tejidos, el pescado convierte el 80% de su comida en proteína[4].
Ahora bien, esta eficaz actividad conlleva un impacto global muy significativo en el medio ambiente y en las personas, por lo que para llegar a esos escenarios deseados hay que llevarla a cabo con sumo cuidado. El mantenimiento de la biodiversidad y de los fondos oceánicos, el uso de antibióticos y otros medicamentos, el cumplimiento de los derechos humanos y laborales en estas cadenas de valor o el propio bienestar de los animales son aspectos a vigilar y trabajar. Este es el contexto es el que nace Aquaculture Stewardship Council (ASC), una organización sin ánimo de lucro cuya misión es transformar el sector acuícola hacia escenarios más sostenibles. Para ello, ASC ha definido los más estrictos estándares para granjas y piensos, basados en los últimos avances científicos, y dirige un programa de certificación a través del cual el compromiso social y ambiental de las granjas acuícolas es auditado de manera independiente. Gracias a ello, el producto procedente de una granja certificada puede llegar a nuestros lineales, facilitando que empresas y consumidores apoyemos de una manera sencilla y tangible las mejores prácticas acuícolas y a un sector que puede situarse entre los más sostenibles y competitivos de todo el sistema alimentario.
¿Podemos, por lo tanto, alimentar con a 9000 millones de personas que se esperan en unas décadas con una dieta nutritiva y dentro de los límites planetarios? La respuesta es que sí, siempre y cuando cambiemos ciertos patrones de consumo y producción. Una acuicultura responsable está llamada a jugar un papel clave en ello y ASC, junto con otros muchos actores de la cadena de valor que ya lo están haciendo realidad, trabajará para lograr ese escenario donde todos tengamos acceso a pescado y marisco saludable y criado con responsabilidad.
[1] Hall, S. J., Delaporte, A., Phillips, M. J., Beveridge, M., & O’Keefe, M. (2011). Blue frontiers: managing the environmental costs of aquaculture. Penang: The WorldFish Center.
[3] https://eatforum.org/content/uploads/2019/07/EAT-Lancet_Commission_Summary_Report.pdf
[4] https://www.statista.com/statistics/254421/feed-conversion-ratios-worldwide-2010/