La concepción tradicional del modelo capitalista ha alcanzado su punto de máximo rendimiento, y esto exige alternativas a los marcos mentales sobre los que hemos construido el sistema de relación y de mercado en el que estamos inmersos. El propósito corporativo y la necesidad de impulsar una contribución positiva más allá de la generación de beneficios económicos se ha convertido en la palanca de transformación para impulsar este cambio de mentalidad en las organizaciones. Aspectos ya recogidos por Adam Smith en 1759 en su obra The Theory of Moral Sentiments donde abogaba por la importancia del interés público y la creación de valor social, pero que se pasaron por alto al tomar como referencia los principios publicados en La riqueza de las naciones (1776); principios que, si bien han demostrado su validez a la hora de crear riqueza, también han puesto en evidencia sus deficiencias a la hora de distribuirla.
El capitalismo experimenta, por tanto, una profunda transformación hacia lo que se ha calificado como un “capitalismo de largo plazo”, “de generación de valor compartido”, “humanista”, “consciente”, “del bien común” o, más recientemente, “capitalismo de los stakeholders”. Creo que estamos inmersos en nuevo ciclo económico y social donde la generación de valor equilibrado para todos los grupos de interés determinará el éxito a largo plazo de unas empresas frente a otras.
La visión de Milton Friedman (1973) de que el único fin de una empresa es generar valor para el accionista, ha dado paso a un enfoque más inclusivo e integrador donde cobran protagonismo el resto de stakeholders con los que se relaciona una empresa. Un modelo sugerido en 1984 por R. Edward Freeman en Strategic Management: A Stakeholder Approach y que en los últimos años se está demostrando determinante para el modelo de empresa con futuro.
Por tato, y en línea con los resultados del Trust Barometer de Edelman de 2022, me gustaría destacar, el rol de liderazgo cada vez más importante que adquieren las empresas como motor de cambio y fuerza de cohesión para impulsar el progreso social y el desarrollo sostenible para dar respuesta a los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad
Hoy los ciudadanos exigen organizaciones capaces de generar valor ético, social, medioambiental y económico y de esta forma tener un impacto positivo en las condiciones y calidad de vida de las personas con las que se relacionan.
No se trata de que todas las empresas tengan que cambiar el mundo, sino de que realmente sean capaces de definirse en torno a una causa compartida que les lleve a impulsar una contribución significativa en los entornos en los que operan. Tener un propósito corporativo implica “ser una fuerza del bien”, ya sea de forma directa en la vida de los consumidores o de manera más amplia en la sociedad o en el planeta, y esto puede materializarse de muchas maneras: mejora de la calidad de vida, generación de felicidad, amor, belleza, paz, cuidado de la naturaleza, impulso de la libertad, desarrollo de la autorrealización, protección y respeto a la dignidad, potenciar la educación, preservar la biodiversidad, desarrollar comunidades locales o liderar desde la responsabilidad son algunos ejemplos concretos.
El impulso de empresas con propósito se está convirtiendo en una característica fundamental del nuevo contexto en el que el mundo está inmerso. Ayudar a las organizaciones en este camino es una prioridad absoluta para todos, empresa, gobiernos, sociedad y el propio planeta. Solo así conseguiremos garantizar la justicia social. A todos los profesionales que dedican su esfuerzo y energía en introducir esta mirada de hacer empresa, gracias. Hay muchísimo camino por hacer, así que, sigamos trabajando. Esta es nuestra especial contribución al mundo para seguir impulsando la justicia social.