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Nueve meses más tarde, continuamos navegando en esta travesía incierta de la pandemia. Analizamos los datos y seguimos las noticias para intentar predecir de alguna forma el 2021. Un año que, aunque se presenta absolutamente incierto, nos ofrece una oportunidad única para replantearnos nuestro propósito personal y profesional… ¿cuál es nuestra razón de ser? ¿y la de las empresas para las que trabajamos o que consumimos?

Somos sociedades líquidas tal y como lo definió el sociólogo Zygmunt Bauman para describir el estado fluido y volátil de la actual ciudadanía, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Y la pandemia no ha hecho más que agudizar esa volatilidad y fragilidad. Más que nunca vivimos momento a momento, a golpe de clics e impulsos, quiero esto y lo quiero ya, o no quiero esto y lo devuelvo ya.

Ese comportamiento se ve reforzado en los últimos meses con la aceleración del comercio online. En Europa la compra de productos de alimentación por internet ha avanzado en los primeros meses el equivalente a tres o cuatro años de progreso.

Un progreso precipitado que nos facilita el acceso a productos y servicios pero que también nos expone a un mayor consumismo compulsivo. En semanas como esta, con un Black Friday que se extiende durante semanas y nos llena la bandeja de entrada con miles ofertas, es importante pararnos a reflexionar sobre a qué empresas queremos apoyar con nuestro dinero.

Es cierto que la ciudadanía exige cada vez más a las empresas que sean capaces de responder a los principales retos globales: Un 71% de las personas afirman que las marcas que antepongan sus beneficios a las necesidades sociales durante esta crisis sanitaria perderán su confianza ¿Se puede traducir esa pérdida de confianza en que las personas dejen de consumir una marca por completo?

Es el momento de que la ciudadanía tome conciencia de su poder, y su capacidad de cambiar las cosas a través de sus decisiones y hábitos de consumo. El 79% de los consumidores está cambiando sus preferencias de compra en función de la responsabilidad social, la inclusión o el impacto ambiental de sus compras.

Un cambio que sin duda nos llevará tiempo como sociedad porque implica realmente un importante proceso de reflexión individual y colectiva.

Un cambio que se debe impulsar y animar desde las empresas con una transformación en los modelos de negocio, producción y consumo, así como desde los gobiernos y políticas públicas.

Pero en definitiva, un cambio indispensable para sobrevivir y prosperar como sociedad, siendo más responsables, justos y sostenibles con las personas y el planeta.

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