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Un médico me contó una vez que, frecuentemente, los pacientes con obesidad decían que no entendían por qué la tenían: “Si no tomo azúcar, ni pan, ni pastas, ni patatas…”. “¿Y alcohol?”, les preguntaba. “Ah, eso sí; dos copitas de vino en la comida y en la cena, una cerveza o dos al llegar a casa, un gin tonic como aperitivo…”. Y, claro, no entendía por qué estaba gordo. Moraleja: no se puede hacer una dieta de adelgazamiento que sea parcial

Hay muchas personas que piensan que son éticas. “No he robado nada, no he matado a nadie, no he hecho trampas con mi marido o con mi mujer…”. “Bien, enhorabuena, pero, ¿hablas mal de tus cuñados o cuñadas?”. “Sí, claro, pero es que son unos impresentables”. “¿Y utilizas el teléfono de la empresa para tus compras personales?”,. “Bueno, son cinco minutos…”.

Hace unos días leí un artículo de alguien que decía que se sentía orgullosa de ser vegana, porque eso significaba que era ética. No explicaba el resto de facetas de su vida. A mí también me encanta que me consideren una persona moralmente intachable: en esto, coincido con los veganos. Pero, eso sí, que me dejen elegir aquellos trocitos de mi vida en los que me van a juzgar. ¿Que esto es soberbia? Pues sí, es verdad, pero ese vicio no entra en el listado de cosas por las que quiero que me valoren. Y, bueno, ¿tú quién eres para juzgarme a mí?

Me gustaría poder decir, no que soy ético, sino que procuro todos los días ser un poco más ético que el día anterior. Y ya sé que me moriré con una gran sensación de fracaso. Pero lo importante es que cada día vuelvo a intentarlo. Ya he dicho alguna vez que tener un concepción purista de la ética es una invitación a vivir en la mentira, a creerse con derecho a juzgar a los demás y a vivir algunas dobles vidas, separando aquello en lo que soy ético de otros aspectos que, bueno, seguramente no son importantes, y, en todo caso, todos lo hacen ¿no?

De todos modos, entre ser un inmoral sin paliativos y ser moral sólo en algunas cosas, esto último es claramente mejor. Primero, porque significa que soy consciente de que tengo que seguir luchando. Y también porque si alguien me quiere ayudar, tendrá una puerta abierta para entrar en mi vida. ¡Ah!, y no olvidemos que el que no vive como piensa, acabará pensando como vive. O sea, esas personas que se sienten profundamente éticas, es probable que acaben pensando que ser ético es eso: elegir un campo de juego en el que me sienta a gusto, y juzgarme por mis resultados ahí.

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