Sí, estos dos conceptos tan utilizados y tan poco sentidos son la base de la democracia y del mundo al que debemos aspirar. Emilio Lledó, premio Princesa de Asturias 2015, gran filósofo e ilustre académico, premio nacional de las Letras Españolas expresa con absoluta clarividencia en el Prólogo de su libro El Origen del Dialogo y la Ética: “El descubrimiento del diálogo, de la palabra compartida, significó una revolución en la sensibilidad y en la inteligencia: la posibilidad de entenderse a sí mismo y, de paso, entender a los demás. Dialogar el pensamiento propio requirió el sonido del pensamiento ajeno, la voz del que nos miraba, la presencia del tiempo, y una forma precisa de solidaridad”.
Con estas palabras, que encierran un modelo de vida a seguir, quiero hacer un homenaje a la reunión que se celebrará en Madrid los próximos días 14,15 y 16 de septiembre, organizada por la Fundación Cepaim, y a la cual no puedo asistir por motivos personales. Deseo que las ponencias aporten argumentos, cuando no, soluciones al tema candente de la RSC.
La RSC tendrá poco recorrido si no se asienta en la ética personal, por lo que considero básico una formación previa en valores desde la escuela, la familia, la universidad y cualquier organización formativa, sobre todo, las dirigidas a la formación de dirigentes empresariales.
El fundamento de la ética y la RSC no es otro que seguir un camino bien definido, sin ambages, sin expresiones confusas y, desde luego, sin palabras altisonantes: “todo lo que hacemos y elegimos debe tender hacia el bien, que es lo mismo que ser feliz”.
El camino deseado y anteriormente expuesto no resulta fácil de implementar en una sociedad individualista y sumamente egoísta como la nuestra, pero la RSC puede ser la herramienta que haga posible este camino, alcanzando la ansiada convivencia empresarial, familiar y social. Si este objetivo se ve satisfecho, al menos en parte, será un ejemplo dinamizador para nuestra sociedad y un ejemplo valioso para los ciudadanos.
Para conseguir la tan deseada convivencia empresarial, familiar y social quizá sea necesario definir convivencia de forma precisa. Para ello, nada mejor que recurrir al diccionario de la Real Academia y ver su significado: acción de convivir (vivir en compañía de otros, cohabitar). Aunque esta definición es lo suficientemente clara, me vais a permitir que añada como reflexión lo que expresaba Aristóteles sobre la convivencia y que propongo como objeto de estudio en esta reunión o en las posteriores por su gran relevancia.
La teoría aristotélica se basa, ni más ni menos, en las opiniones, los afectos y los deseos. En mi opinión, su teoría es tan actual ahora como lo fue en su tiempo, pues está basada en aspectos fundamentales del ser humano. Por lo tanto, su estudio ontológico debe figurar como fundamental en cualquier reunión o congreso que pretenda aportar avances o soluciones en esta materia de la RSC.
Nuestro mundo empresarial es cada día más exigente, todo el esfuerzo está dirigido por la competencia, para conseguir los mejores resultados económicos, atraer la atención y la satisfacción del cliente, adquirir una situación de privilegio, etc. Estas son actuaciones fundamentales aunque no pueden ser consideradas como la necesidad prioritaria. La formación, la estabilidad, el criterio compartido y el control son los elementos que deben conjugarse en primer lugar para alcanzar el éxito.
Sin duda en esta reunión se aportarán ideas, casos prácticos, ejemplos significativos, experiencias formativas e incluso métodos testados, que serán de gran utilidad para los asistentes y las empresas que representan. Pero como ya decía anteriormente, es mi deseo y espero que en la próxima reunión pueda contribuir con mi experiencia y mi conocimiento a mejorar la convivencia dentro de la empresa, tomando la ética como el punto de referencia esencial en esta tarea.
¡¡¡Ánimo a todos para encontrar el mejor camino, si el camino no es el adecuado difícilmente alcanzaremos el objetivo!!!
Pedro Rodríguez Castañeda