He estado muchos años en el mundo del voluntariado, como voluntario, como formador de voluntarios, como consultor de organizaciones de voluntariado, como técnico y cargo público en la materia. La semana pasada participé en dos actos importantes en Barcelona: el Marketplace y el Congreso Iberoamericano de Voluntariado Corporativo:
A menudo existe el riesgo de contemplar el voluntariado sólo a partir del ámbito de intervención social, que ayuda a personas y colectivos con dificultades. Es un ámbito muy importante, y más en nuestros días. Hay otros ámbitos como el ambiental o el cultural y otros. En medio de una realidad tan social, podemos caer en la visión asistencialista y no otorgar suficiente relevancia a aspectos como:
De hecho, Naciones Unidas se refiere al sector en términos de voluntariado para el Desarrollo Económico y Social. Pero no me quiero referir solamente al impacto socioeconómico sino a la contribución al desarrollo democrático. El voluntariado, en la medida en que se organiza de manera autónoma a partir de organizaciones no lucrativas con misiones diversas pero con el común denominador de estar al servicio de la sociedad, es una gran fuerza de la sociedad civil, que ayuda a vertebrar la sociedad, que enriquece el capital social construyendo valores de solidaridad y confianza, ayuda a hacer una ciudadanía activa y comprometida y pone las bases de una sociedad más profundamente democrática.
Este respeto por la capacidad de autoorganización por parte de la propia sociedad al margen de los poderes públicos ha sido muy propio del talante de los catalanes. De hecho, el modelo catalán de voluntariado concebía a éste como una fuerza de la sociedad civil, con oposición a los intentos de desarrollar un voluntariado desde organismos públicos, como ocurrió en otros lugares de España. Recorto un fragmento de un escrito de hace veinte años, cuando hacía de coordinador del Instituto Catalán del Voluntariado:
En Cataluña sabemos bien la importancia capital de disponer de una vertebración de la sociedad civil y sabemos que difícilmente la democracia puede ser plena si la sociedad no se ha sabido dotar de un entramado asociativo y de participación. Ciertos valores, y la democracia es uno, requieren un terreno bien abonado para poder crecer en plenitud. Nos atrevemos a decir, sin temor a equivocarnos que además sociedad civil, más espíritu democrático de la propia comunidad; a más voluntariado, más sentido de la corresponsabilidad social en el ejercicio de la ciudadanía. Para cualquier sociedad, hoy es de suma importancia poder disponer de una sociedad civil fuerte y organizada. Su papel es vital para que la sociedad no se empobrezca y tenga capacidad de regeneración.
Toda esta reflexión para decir que me he ofrecido para participar la próxima semana como voluntario en el Nuevo 9-N, este ejercicio de participación ciudadana que tendrá un papel sustitutivo respecto al referéndum y consulta que el gobierno español ha querido impedir para que los catalanes puedan opinar sobre el futuro político de Cataluña.
El voluntariado puede tener una dedicación continuada o puntual. Y esta colaboración es de las claramente puntuales, de un solo día. Un compromiso de un solo día podría ser una acción irrelevante, pero hay voluntariados de un solo día, como la Marató de TV3, que son importantes y tienen una gran repercusión y efecto. Pero pocos voluntariados puntuales de un solo día tendrán la relevancia de lo que haremos el día 9 de noviembre. No será un voluntariado social ni ambiental. Será un voluntariado cívico, un voluntariado por la democracia, un voluntariado para hacer posible que todo un pueblo se pueda expresar de manera pacífica y democrática.
Siempre he creído y he defendidoque los voluntarios deben estar encuadrados en entidades de voluntariado, organizaciones no lucrativas y de carácter social. Hay pocas excepciones en que crea que debe haber una relación directa de los poderes públicos con las personas voluntarias. Y esta es una, plenamente justificada y necesaria.
Y lejos de tratar este voluntariado como una acción puntual y extraña, será bueno que la conservemos en el recuerdo de cómo el voluntariado también tiene esa fuerza para aportar fuerza democrática, para ayudar a articular la voluntad popular y dar salida a la necesidad de un pueblo de expresarse. Esto también es voluntariado en mayúsculas. Voluntariado por la democracia. Lo que fue un recurso para esquivar la prohibición y para no poner en peligro a los funcionarios ha dado lugar a un excelente ejemplo para el mundo de cómo la ciudadanía tiene capacidad de autoorganizarse cívicamente y como el voluntariado es mucho más que un apoyo a los colectivos sociales: es muchas cosas -todas con un gran valor- y también es fuerza cívica y democrática.