Tengo la sana costumbre de leer al maestro Andy Stalman (@AndyStalman) y recientemente llamó mi atención un tuit suyo que rezaba así: “La reflexión de este finde gentileza de Dale Carnegie: "Si la vida te da un limón, haz limonada." Actitud, Positividad.” Y me pregunté: ¿y si quiero hacer naranjada, qué hago?
No se por qué, quizá por aquello de que el ocio es la madre de todos los vicios y tengo la tarde libre, me he puesto a darle vueltas al asunto. “Si la vida te da un limón, haz limonada” vendría a significar que uno debe aprovechar los talentos que tiene para sacarles el máximo partido posible. De nada vale lamentarse o empeñarse en quimeras absurdas; si la vida te ha dotado de unas herramientas intelectuales o físicas, úsalas para llegar lo más lejos posible.
Por ejemplo, Pau Gasol podría desear con toda su alma ser piloto de Fórmula 1, incluso podría no gustarle el baloncesto, pero sus condiciones, su enorme talento natural lo habrían “condenado” a hacer limonada. Su limonada está muy bien pagada, eso sí, pero quizás no es lo que le gustaría hacer.
¿En cuantas ocasiones el talento no supone una verdadera maldición? ¿Cuántas veces tenemos ciertas dotes para hacer unas cosas, pero nuestra pasión está en otras? ¿Qué es mejor, alcanzar un nivel de excelencia en algo que nos resulta fácil o embarcarse de polizón en una aventura para la que no tenemos cualidades? Imagino que nuestros padres nos han inculcado que nos dediquemos a lo que mejor se nos da, y por otra parte la sociedad también premia y fomenta el que los individuos se ocupen en aquello que rindan más o con resultados más brillantes. Es más útil para el colectivo.
Por mi parte, confieso que a mí la vida me ha dado limones pero que tengo escondidas algunas naranjas recolectadas furtivamente y con mucho esfuerzo. Y como quiero hacer naranjada, se las enseñaré a Pancho Casal (@PanchoCasal) a ver si le parece que pueden dar un buen zumo. Ya os contaré.
