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Seguro que habéis escuchado muchas veces la palabra neurodiversidad, pero, ¿qué significa exactamente? ¿Cuándo se inició este movimiento y cuáles eran sus objetivos? Y, quizá lo más importante: ¿cuáles han sido las implicaciones de este nuevo paradigma en la comunidad autista y neurodivergente?
Neurodiversidad: el camino hacia una convivencia óptima

Neurodiversidad, neurotípico y neurodivergente

El término neurodiversidad fue acuñado por la activista y socióloga autista Judy Singer para hacer referencia a las infinitas variaciones naturales que existen entre un cerebro y otro de la especie humana.

De esta manera, podríamos entender este nuevo concepto como un sinónimo de biodiversidad -definida como “la variabilidad entre organismos vivos de todos los orígenes”[1]-, pero aplicado al campo neurológico. Por lo tanto, la neurodiversidad se refiere a la variabilidad en la configuración neurológica de los distintos seres humanos que habitan la Tierra.

Sin embargo, dentro de estas infinitas variaciones posibles que constituyen las distintas características neurológicas, hay ciertos rasgos que se dan con una frecuencia mayor. Para la mayoría de la población (un 80% aproximadamente) hablamos entonces de un desarrollo neurológico típico o estándar, sin olvidar que siempre habrá ciertas diferencias entre un individuo y otro.

Las personas neurotípicas, por lo tanto, son las que comparten una serie de rasgos o características debido a un desarrollo neurológico similar, y tienen formas también similares de procesar los estímulos externos, interpretar la información del entorno e interactuar con los distintos agentes que conforman las sociedades actuales.

Por otro lado, las personas neurodivergentes (un 20% aproximadamente) son las que han tenido un desarrollo neurológico atípico, diferente, menos común, si lo comparamos con el de la mayoría de la población, y, por lo tanto, su forma de percibir el mundo y relacionarse con el entorno también es distinta. En esta categoría incluimos a las personas autistas, TDAH, disléxicas, disgráficas, disléxicas, entre otras.

De estas explicaciones se desprende que todas las personas formamos parte de la  neurodiversidad humana porque todas somos distintas en ciertas características, pero, dentro de esta diversidad, nos dividimos en neurotípicos o neurodivergentes según si nuestra configuración neurológica se asemeja más o menos a la de la mayoría social.

Del modelo médico al modelo social 

Si nos fijamos en el modelo médico, vemos que el autismo siempre se ha definido como un “trastorno” o una “enfermedad”. Si solo tenemos en cuenta esta definición, podríamos inferir que las personas autistas deben corregir sus defectos para adaptarse a la sociedad, que son las únicas responsables de su discapacidad o que los esfuerzos colectivos deben centrarse en buscar una cura para este “trastorno”.

Sin embargo, ya Baron-Cohen, un académico reconocido en el mundo del autismo, propuso abandonar el término “trastorno” por el de “diferencia” [2]; de esta manera, las características o rasgos autistas ya no son problemáticas en sí mismas, simplemente son diferentes, en comparación con las de la mayoría social. Diferente no significa peor, pero sí que puede implicar más o menos dificultades (según el caso) al interactuar con una sociedad que está pensada por y para personas que comparten una configuración neurológica más común.

Por otro lado, la neurodiversidad, basada en el modelo social de la discapacidad, pone el foco en las barreras sociales y estructurales que impiden el pleno desarrollo de ciertos individuos; en la necesidad de adaptaciones y apoyos para promover su participación en la sociedad o en la aceptación de las diferencias, en lugar de fijarse en los “déficits” individuales de las personas neurodivergentes y/o discapacitadas.

Las personas autistas, teniendo en cuenta este nuevo paradigma, pueden estar en situación de discapacidad, pero el origen de los retos o desafíos es distinto; ya no son simplemente “fallos” o defectos individuales, sino que la gran mayoría de dificultades se dan por la interacción con un entorno no preparado para asumir la diversidad de cuerpos y mentes que existen en el mundo.

Con el cambio de paradigma que supone la neurodiversidad, además de poner el foco en las barreras sociales y estructurales que limitan las posibilidades de ciertas minorías, se subrayan también los talentos y habilidades de las personas neurodivergentes; vemos que, con los apoyos adecuados, las personas autistas pueden trabajar en empleos convencionales y sobresalir en un gran abanico de tareas.

Además, el movimiento de la neurodiversidad se propone reducir el estigma asociado a las neurodivergencias y garantizar que las voces autistas estén representadas en las decisiones sobre investigación, política y práctica clínica del autismo. De la misma manera, las personas autistas deberían tener las mismas oportunidades y derechos que el resto, siempre promoviendo la autonomía y la independencia de cada persona, teniendo en cuenta sus necesidades de soporte.

El objetivo final es conseguir una convivencia óptima entre todas las personas, celebrando la diversidad que existe.

 

Citas bibliográficas:

[1] Convención de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (CBD, art. 2, § 6)

[2] Baron-Cohen, S. (2017). Editorial Perspective: Neurodiversity – a revolutionary concept for autism and psychiatry. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 58(6), 744–747. doi:10.1111/jcpp.12703

Bibliografía consultada:

Acanfora, F. (2022, 30 de septiembre). Benedetta Neurodiversità. Fabrizio Acanfora. Autismo, neuroatipicità e cultura della convivenza. URL: https://www.fabrizioacanfora.eu/benedetta-neurodiversita-2/

Reaño, E. (2023, 21 de marzo). Neurodiversidad, el lado correcto de la historia. Ernesto Reaño. URL: https://ernestoreano.pe/neurodiversidad-el-lado-correcto-de-la-historia/

Specialisterne (s.f). Autismo, neurodiversidad y neurodivergencia. URL: https://specialisternespain.com/autismo-neurodiversidad-y-neurodivergencia/

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