En su informe titulado Food Wars, Oxfam analiza la situación en 54 países afectados por conflictos, donde residen la gran mayoría de las 281,6 millones de personas que padecen hambre aguda en el mundo. El estudio señala que, además de la violencia directa, las partes en conflicto atacan deliberadamente las infraestructuras alimentarias y bloquean la ayuda humanitaria, lo que agrava una crisis que se alimenta del sufrimiento humano y de la violación sistemática de los derechos fundamentales.
Emily Farr, responsable de Seguridad Alimentaria y Económica de Oxfam Intermón, denuncia que el uso del hambre como arma es una violación flagrante de las leyes internacionales. "En el siglo XXI, permitir que las poblaciones civiles sufran una muerte lenta y dolorosa por hambre es un fracaso colectivo", afirma Farr. Su declaración subraya la urgente necesidad de que la comunidad internacional actúe con responsabilidad y rigor ante estos crímenes de hambre.
El informe no solo se limita a señalar las causas de la crisis alimentaria; también revela que muchos de los países afectados cuentan con abundantes recursos naturales. Sin embargo, la explotación de estos recursos a menudo genera desigualdad y violencia. En Sudán, por ejemplo, el 95% de los ingresos por exportaciones provienen del oro y el ganado, mientras que Sudán del Sur depende en un 87% de productos petrolíferos. Esta riqueza no se traduce en bienestar para la población, sino en más conflictos y hambre.
La situación es aún más crítica en regiones como Gaza, donde el 83% de la ayuda alimentaria no llega a la población necesitada. Allí, medio millón de personas enfrentan condiciones extremas debido a las guerras que afectan el suministro de alimentos. Oxfam Intermón hace un llamado a la comunidad internacional para que revise su enfoque ante estas crisis. El objetivo de "hambre cero" para 2030, planteado por las Naciones Unidas, parece cada vez más inalcanzable sin un compromiso real para abordar las raíces de la pobreza y la desigualdad que alimentan los conflictos. La organización insiste en que las iniciativas de paz deben ir acompañadas de un enfoque integral que priorice la inversión en protección social y en sistemas alimentarios sostenibles.
La erradicación del hambre en contextos de conflicto requiere un cambio de paradigma. Como señala el informe, no se puede resolver la inseguridad alimentaria simplemente inyectando inversión extranjera sin abordar las injusticias históricas y las violaciones de derechos humanos que subyacen a estos conflictos. Los esfuerzos por lograr la paz deben incluir un enfoque en la justicia social, donde el comercio justo y la cohesión social sean prioridades fundamentales.
Este análisis invita a la reflexión sobre la responsabilidad colectiva que tenemos como sociedad global. El hambre como arma de guerra no solo es un ataque a la dignidad humana, sino también una llamada urgente a la acción. En un mundo que se enfrenta a crecientes desigualdades y crisis alimentarias, no podemos permitir que el hambre se convierta en un arma de destrucción. Debemos trabajar juntos para construir un futuro donde el derecho a la alimentación y a una vida digna sean una realidad para todos.