En un mundo donde las diferencias salariales entre altos ejecutivos y empleados base alcanzan proporciones escandalosas, el compromiso laboral parece ser una ilusión cada vez más lejana. Con directivos del IBEX que ganan hasta 77 veces más que sus subordinados y brechas aún mayores en otros lugares del mundo, surge la pregunta inevitable: ¿cómo pueden esperar las empresas un compromiso genuino cuando las desigualdades son tan abismales?