¿Alguna vez os ha pasado conversar con alguien y sentir que no estáis en el mismo plano? Qué por mucho que lo intentas y pones al servicio tu voluntad, no consigues hacer ver tu punto de vista, o entender el suyo. A mí sí. Y es en ocasiones frustrante. Extrapolemos esto a las grandes negociaciones climáticas, el diseño de políticas públicas y trabajo social con minorías y migrantes que vienen de una realidad completamente distinta, o la decisión de lanzar un nuevo producto al mercado sin conocer bien todas las externalidades que esto implica. Es decir, problemas que han de ser resueltos y de los que depende el bienestar de millones de personas. Ocurre de manera recurrente.