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Existen modalidades de gestión empresarial cuyos riesgos e impactos negativos dependen en una alta proporción del modo en que las misma son implementadas, y otras, como la que nos ocupa en este artículo, que liza y llanamente son la antítesis de la buena práctica, sin importar qué dispositivos las acompañen con el propósito de atenuar sus efectos.

La subasta inversa, intensifica de manera crítica, la potencialidad de maximizar la rentabilidad de la parte compradora a costa del bastardeo de los abastecedores, y esto atenta de manera contundente contra los principios esenciales de la gestión responsable.

Es sabido que hay empresas y organizaciones que la utilizan, e incluso, que existen organizaciones internacionales que la promueve, pero esto no es argumento válido para continuar con una práctica que coloca a miles de pymes en una carrera despiadada por bajar costos, y tal vez este artículo contribuya a que puedan repensar su adopción y se animen a abandonarla.

La subasta inversa, básicamente es la compulsa que se establece para un determinado producto o servicio, fijando sus especificaciones, estableciendo un precio de referencia y un período de tiempo dentro del cual, los oferentes deben hacer ofertas. Aquel que proponga el precio más bajo, simplemente gana.

Este llamado salvaje a “bajar costos a como de lugar”, promueve todo tipo de mala práctica y activa la potencialidad de vulneraciones en dimensiones como el empleo registrado de calidad, la inversión en sistemas ambientales y de seguridad e higiene, y los derechos humanos, por mencionar algunas.     

Históricamente, hay proveedores que están dispuestos a hacer casi cualquier cosa con tal de ganar un contrato, y en tiempos de crisis, esto recrudece de manera significativa.

Los defensores de la modalidad, dicen que este efecto es claramente atenuado por un consistente diseño de las especificaciones en los pliegos, pero basta con preguntar cuánto de lo que figura en ellos es efectivamente controlado por la empresa compradora, para darse cuenta que por más especificaciones que haya, siempre habrá proveedores dispuestos a prometer lo que sea para ganar la compulsa.

Las empresas y organizaciones que quieran hacer de la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad una ventaja competitiva, diferenciándose positivamente de su competencia, deberán comenzar a preocuparse sinceramente por cómo sus proveedores llegan al precio ofrecido, manteniendo diálogos que construyan confianza entre las partes y gestionando contratos que abandonen la idea de ganar a costa del otro, para pasar a modalidades en la que todos agreguen y distribuyan razonablemente el valor generado.

Un verdadero desafío que las empresas y organizaciones deben afrontar sin más demoras…

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