Publicado el

-“¿Conoces a alguien que tenga alguna discapacidad, que esté entre los 16 y los 65 años, para que nos ayude en una investigación, contestando una encuesta?

-Yo…

-¿Te paso el enlace por WhattAssp o lo prefieres por correo electrónico?

-Por correo electrónico mejor. ¡Ah!... y una invitación a comer en la fase 3. A cambio, me respondes tú a esta otra y se la pasas a tus alumnos y colegas”.

Es la transcripción de los correos cruzados entre quien suscribe y Jordi Jaumà Bru hace trece días, el pasado 16 de mayo de esta primavera de luto y llanto, de este mayo de tristeza y crispación. ¡Descansa en paz, compañero!

Nos conocimos hace ya bastantes años en el despacho de un personaje para el que él trabajaba por aquel entonces. Vi, de inmediato, que estábamos ante una persona de nobleza acrisolada, con una talla humana de gran nivel y una bondad natural imposible de no advertir. Esa fue la idea, la imagen que siempre me acompañó cuando pensaba en él: desde aquel ya lejano día en aquella oficina que daba al parque de El Retiro, hasta la última que lo vi por vídeo conferencia, situado en un escenario que reflejaba a su espalda la placidez de una playa de paraíso, con una mar verdeazulina y un cielo calmo, risueño, acariciador.

Se te acabaron los problemas; atrás dejaste las tristeza para siempre; las desazones no te afectarán de hoy en adelante. Ya nunca más tendrás que preocuparte por la crispación política; jamás volverás a tener que terciar contra fanáticos y descerebrados que buscan la tensión como si fuera malvasía, y el enfrentamiento de los unos contra los otros -de los de aquí y de los de allá- como receta hipócrita para, mientras tanto, vivir del cuento y del cantar.

Estás en otra dimensión. Ya ves lo que hay detrás de las bambalinas. Estoy seguro, en todo caso, de que no fue en vano tu esfuerzo, tu buen hacer, tu liderazgo al frente de las causas que te importaban y a las que conseguiste sumarnos a tantos, a mí, entre ellos. Si soy más ferviente en el diálogo; si propendo más a la ironía que al bajonazo, como manera de tratar de dar el pasaporte a morlacos resabiados que tiran gañafones a traición; si me entrego con fruición a la causa responsable y mantengo la bandera del planeta -pese a Thumber… y séame disculpada la manera de señalar-; si sé que no tenemos de qué quejarnos tanto ni tantas veces, sino más bien, arrimar el hombro y esbozar una sonrisa aunque la procesión vaya por dentro… En definitiva, si soy un poco mejor persona en mi caminar por las veredas en que la vida nos hizo compañeros, te lo debo.

Y como soy de Mieres y la voluntad de agradecer me es consustancial, quiero decírtelo alto y claro: ¡Te debo esa comida y nos la tomaremos! ¡Eso, tenlo por seguro! Hasta entonces, ¡muchas gracias por tu ejemplo, por tu cariño, por tu simpatía y por tu hombría de bien!

¡Descansa en paz, compañero!

En este artículo se habla de:
OpiniónPalabras para Jordi

¡Comparte este contenido en redes!

 
CURSO: Experto en Responsabilidad Social Corporativa y Gestión Sostenible
 
Este sitio utiliza cookies de terceros para medir y mejorar su experiencia.
Tu decides si las aceptas o rechazas:
Más información sobre Cookies