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El pasado 30 de octubre se celebró en Roma el encuentro de los líderes mundiales para debatir en torno a diferentes problemáticas. Tras el evento, Oxfam Intermón criticó que no se hayan tomado definiciones concretas para abordar los problemas de la desigualdad en materia de vacunas y cambio climático, así como soluciones para promover una recuperación económica justa tras la pandemia.
La Cumbre del G20 no propuso soluciones reales para acabar con la desigualdad

Una vez más las expectativas fueron más que la realidad y los referentes políticos no estuvieron a la altura de las circunstancias. Los líderes de las 20 principales economías del mundo se dieron cita el pasado 30 de octubre en Roma para celebrar la cumbre del G20, su primera reunión en persona desde la pandemia.

El escenario a nivel global es crítico. La pandemia de coronavirus desató una crisis sistémica sin precedentes en casi todos los países. En este contexto, se esperaba que la reunión del G20 pudiera plantear propuestas más comprometidas para con la situación actual. Si bien el G20 manifestó la intención de ayudar a que al menos el 40% de la población de todos los países se vacune para finales de 2021 y el 70% para mediados de 2022, lo cierto es que aún no han adoptado medidas concretas que den pasos para conseguir ese objetivo, como un plan para impulsar el suministro de vacunas en los países pobres y eliminar las limitaciones de suministro y financiación existentes. Según la Organización Mundial de la Salud, 82 países corren el riesgo de no alcanzar ese objetivo. 

La ONG Oxfam Intermón cuestionó la falta de medidas contundentes para abordar los problemas de la desigualdad en materia de vacunas y cambio climático. La desigualdad es el primer problema a resolver. Referentes de la ONG advirtieron que esto no lo lograremos si perpetuamos el enfoque actual, que privilegia los beneficios, con donaciones de dosis insuficientes, licencias voluntarias, o el apoyo genérico para la transferencia de tecnología que ha fracasado estrepitosamente.

Franc Cortada, director de Oxfam Intermón explicó que: “Suponíamos que este G20 iba a ser un momento clave para formular globalmente respuestas efectivas, innovadoras y equitativas hacia un mundo post-COVID, pero los líderes mundiales no han logrado ponerse de acuerdo y han sido incapaces de impulsar las medidas necesarias para hacer frente a la crisis histórica que estamos viviendo”. Para Cortada hemos presenciado un fracaso total de liderazgo. Y sostuvo que ha sido vergonzosa la falta de compromiso luego de un año por demás complejo en el que tantas personas perdieron a sus seres queridos a causa del coronavirus. 

Por otra parte, respecto al cambio climático, se esperaba que las grandes potencias del G20 que precisamente son los mayores emisores del mundo, hubieran proporcionado el impulso que necesitan tan desesperadamente las conversaciones sobre el clima de la COP26. En cambio, denuncia la ONG, han respondido con promesas vagas. Al respecto, Cortada señala que: “Confirmar el objetivo de 1,5°C del Acuerdo de París era un requisito mínimo. Este requisito no tiene sentido sin una promesa de revisar sus deslucidos planes climáticos nacionales para estar en línea con este objetivo. El planeta está en llamas y se nos acaba el tiempo. Ahora es fundamental que la COP26 se ponga de acuerdo para poner a todos los países a trabajar para ampliar sus planes climáticos de inmediato, y no dentro de cinco años.”

Lo cierto es que, así las cosas, los países más pobres seguirán careciendo de los recursos que necesitan para proteger vidas, hogares y negocios de los desastres climáticos. Al tiempo que los países más ricos continuarán contaminando y explotando los recursos naturales. Oxfam asevera que fue una oportunidad perdida de revitalizar el objetivo de financiación climática de 100 mil millones de dólares que debería haberse cumplido el año pasado.

Otra oportunidad perdida fue la de proponer una economía más justa. Los líderes del G20 también han tenido la chance de promover una recuperación económica más equitativa y se tenía la esperanza de que se tomaran medidas más drásticas para aliviar la deuda. El aumento de ésta en los países empobrecidos supone una amenaza considerable para la lucha contra el COVID-19, ya que representa un coste de oportunidad claro para los recursos que deberían destinarse a la salud pública y la recuperación económica. Sin embargo, estas esperanzas se han visto frustradas.

Sin embargo, no todo ha sido del todo negativo. Se puede destacar como positiva la promesa de dejar de financiar nuevas centrales eléctricas de carbón en el extranjero a finales de este año. Empero, es decepcionante que no haya habido un anuncio similar sobre la energía del carbón nacional y sobre la eliminación gradual de otros combustibles fósiles con las naciones ricas a la cabeza. Esto significa que las centrales eléctricas de carbón, perjudiciales para el clima, se podrán construir durante otros diez años, lo que es incompatible con el objetivo de limitar el calentamiento a 1,5°C.

En esta misma línea, Oxfam Intermón valora positivamente la asignación general de DEG que el G20 acordó a principios de este año para abordar las enormes necesidades de liquidez asociadas con la pandemia y la recuperación posterior a la crisis, y es bueno ver que el G20 tiene la ambición de canalizar 100 mil millones de dólares estadounidenses en DEG a más economías vulnerables; esto debería ser un mínimo indispensable, dado el enorme abismo entre lo que recibieron los países ricos y los países de ingresos más bajos. Esto debe ponerse ahora en práctica a través de los compromisos de cada país, compromisos que aún no existen y, lo que es más importante, esta financiación debe entregarse en condiciones válidas para los países y sus personas.

 Los líderes del G20 también refrendaron el acuerdo fiscal global de la OCDE/G20 que, según Oxfam Intermón, dista mucho de ser histórico y muestra un nivel demasiado moderado de ambición y es poco justo. Si bien el acuerdo demuestra que podría haber sido posible y realista gravar a las grandes corporaciones por sus beneficios globales, la redistribución de ganancias prevista es extremadamente limitada y menos de 100 megacorporaciones estarán en el ámbito de aplicación. Podría generar solo 10 millones de euros de media en ingresos adicionales para 52 de los países más pobres y viene con la condicionalidad de eliminar todos los impuestos sobre los servicios digitales existentes. La tasa impositiva mínima fijada en el 15% con generosas excepciones es una broma: en lugar de frenar la competencia fiscal dañina, normaliza las jurisdicciones de baja tributación y los riesgos de transformar la actual carrera a la baja en la carrera hacia el nuevo mínimo.

Cortada concluyó que: “En la Cumbre del G20 celebrada en Roma, los líderes del G20 podrían haber tomado medidas urgentes para aumentar drásticamente la fabricación y el acceso a las vacunas COVID-19 en todo el mundo, promover una recuperación económica justa, reducir las peligrosas emisiones de gases de efecto invernadero y ayudar a los países más pobres a adaptarse al cambio climático que ya se está produciendo. La conclusión nos pesa, ya que sentimos que se ha perdido una gran oportunidad ya que esta Cumbre no ha logrado hacer mucho por las personas, el planeta o la prosperidad."

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