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La crisis del coronavirus y el posterior y necesario confinamiento de gran parte de la población mundial ha detenido la mayoría de las actividades de nuestra vida cotidiana, a excepción de la contaminación atmosférica. El confinamiento para contener la propagación del nuevo coronavirus ha restringido marcadamente la actividad económica y numerosos informes indican que pueden verse cielos azules, en algunos casos por primera vez en la vida de los habitantes de distintos lugares. Sin embargo, ¿realmente esto se traduce en niveles más bajos de contaminantes atmosféricos nocivos?

El informe State of Global Air 2019 (Estado de la calidad del aire en el mundo) explicó que  la contaminación atmosférica era el quinto factor de riesgo de mortalidad en 2017 a nivel mundial, y que la contaminación del aire ambiente causaba alrededor de 5 millones de muertes en el mundo, es decir, 1 de cada 10 fallecimientos. Además, se estableció que morían más personas debido a enfermedades relacionadas con la contaminación atmosférica que por accidentes de tráfico o por paludismo. Un problema grave y urgente que merece atención.

Las nuevas evidencias científicas sugieren que la contaminación atmosférica agrava los impactos del virus en la salud, hace que las personas sean más vulnerables a la COVID-19 y contribuye a su propagación. ¿Cómo sabemos que existe esta relación?

Las mejoras de la calidad del aire han llegado en un momento de inimaginable sufrimiento humano y pérdida de medios de subsistencia. Estas mejoras probablemente se disiparán a medida que se levanten los confinamientos y se reanude la actividad económica. ¿Se volverá a contaminar la atmósfera, o es posible que los países apliquen programas de recuperación económica para retomar la senda de un crecimiento más sólido y más limpio, evitando de ese modo una nueva crisis sanitaria? ¿Qué tipos de políticas permiten lograr esta transición a cielos más limpios y más claros?

El Banco Mundial, ha publicado un informe a donde aclara algunos de todos estos interrogantes. El vínculo entre la contaminación atmosférica, la COVID-19 y la reconstrucción de un mundo mejor es una triada posible aunque no es lo que está ocurriendo realmente. Ante la pregunta acerca de si ¿Los informes de cielos azules se traducen en niveles más bajos de contaminantes atmosféricos nocivos? La respuesta es Sí y al mismo tiempo no. Con respecto a ¿Qué sabemos acerca de la relación entre la contaminación atmosférica y la COVID-19? El informe explica que hay muchas investigaciones vinculadas, aunque la información aún no es concluyente. Finalmente, sobre si¿Los países pueden retomar la senda de un crecimiento más limpio y estimular el crecimiento económico? Definitivamente la respuesta es sí, pero se requiere de un gran compromiso.

Puede ser que el cielo esté azul pero, ¿qué nos dicen los datos acerca de la calidad del aire?

En el artículo se analiza el impacto del confinamiento en la calidad del aire, se incluye un resumen de las publicaciones sobre la relación entre la contaminación atmosférica y el virus de la COVID-19 y se sugieren recomendaciones de políticas para que los países logren reconstruir un mundo mejor.

Los datos satelitales de los niveles de concentración de dióxido de nitrógeno (NO2) durante el período de cierre comparados con los niveles de NO2 del mismo período de 2019, muestran claras disminuciones. De igual modo, los datos suministrados por el satélite Sentinel 5-P muestran que, en las zonas del confinamiento, los niveles medios de NO2 en 2020, para el período que abarca desde el 15 de marzo hasta el 30 de abril, fueron inferiores a los niveles de 2019. Se observa una disminución similar en India. Estos resultados eran previsibles dado que el tráfico vehicular, una de las principales fuentes de emisiones de NO2, disminuyó marcadamente durante el confinamiento. El análisis también ha puesto de relieve los notables avances tecnológicos que se han realizado para medir la contaminación; gracias a los datos satelitales, es posible medir los niveles de NO2 casi en tiempo real en todo el mundo.

Los datos de los niveles de NO2 registrados por monitores a nivel del suelo indican una situación similar. Las concentraciones medias diarias de NO2 en la provincia de Hubei, China, donde está situada la ciudad de Wuhan, muestran una marcada disminución cuando entró en vigor el confinamiento. Los niveles de NO2 en 2020, sin embargo, volvieron a los niveles registrados en 2019 una vez que finalizó el confinamiento. En Francia, los datos registrados por monitores a nivel del suelo también muestran que las concentraciones diarias de NO2 disminuyeron durante el confinamiento y la interrupción del tráfico vehicular. El impacto fue aún más marcado en la llanura indogangética, una de las regiones más contaminadas de la India.

¿Esta disminución de los niveles de NO2 implica que las personas están expuestas a niveles más bajos de contaminantes nocivos? Una de las formas de contaminación atmosférica más peligrosas son las partículas muy finas que pueden penetrar profundamente en los pulmones e ingresar en la corriente sanguínea. Estas partículas, que se denominan PM2,5, tienen un diámetro aerodinámico inferior a 2,5 micrones, alrededor de una trigésima parte del grosor del cabello humano. La exposición a PM2,5 puede causar enfermedades mortales tales como cáncer de pulmón, accidentes cerebrovasculares y cardiopatías.

¿Cuál fue el efecto del confinamiento en los niveles de PM2,5? Los datos satelitales no proporcionan estimaciones precisas de las PM2,5 en tiempo real, y se necesitan datos registrados por monitores a nivel del suelo. Estos datos sugieren que el impacto del confinamiento no es tan claro.

En la provincia de Hubei, los niveles de PM2,5 en 2020 fueron más bajos que en 2019, pero esto sucedía incluso antes del confinamiento. Por otra parte, el confinamiento coincidió con un período en el que los niveles de PM2,5 disminuyen estacionalmente. En Francia, no se registró ningún cambio en los niveles de PM2,5 después del confinamiento. Y en la llanura indogangética de India, al igual que en Hubei, los niveles de PM2,5 en 2020, tanto antes como después del confinamiento, fueron más bajos que en 2019, posiblemente como resultado de programas gubernamentales para controlar la contaminación atmosférica o debido a factores meteorológicos o a raíz de la desaceleración de la actividad económica en el país. Sin embargo, los niveles de PM2,5 disminuyeron aún más cuando se impuso el confinamiento.El panorama también es diverso a nivel urbano.

Sorprendentemente, no se registraron diferencias en los niveles de PM2,5 en las ciudades chinas de Shanghai, Beijing y Tianjin como resultado del confinamiento.

Las reducciones más pequeñas, o nulas, en las concentraciones de PM2,5 obedecen a que las PM2,5 tienen una estructura compleja de fuentes y no todas las fuentes de PM2,5 se vieron afectadas por el confinamiento económico. Entre las fuentes más comunes cabe citar las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles, como el carbón o el petróleo, y biomasa sólida, como madera, carbón vegetal o residuos de cultivos. Las PM2,5 también están presentes en el polvo que acarrea el viento, que incluye el polvo natural, así como el polvo de obras en construcción, carreteras y plantas industriales. 

Además de las emisiones directas, las PM2,5 se pueden formar indirectamente (en cuyo caso se denominan PM2,5 secundarias) a partir de reacciones químicas que involucran a otros contaminantes, como amoníaco (NH3) combinado con dióxido de azufre (SO2) y dióxido de nitrógeno (NO2). Además, las PM2,5 pueden quedar suspendidas en la atmósfera durante largos períodos de tiempo y viajar cientos o miles de kilómetros. El confinamiento ha tenido una amplia gama de impactos en distintas fuentes de PM2,5 en lugares geográficos diferentes, que ilustran estas sorprendentes tendencias.

En síntesis, la calidad del aire tiene muchos componentes y las mejoras no fueron congruentes como resultado del confinamiento económico, en particular en cuanto concierne al contaminante más nocivo para la salud humana: PM2,5.

¿Por qué esto es importante en este momento de la crisis sanitaria de la COVID-19?

La pandemia de COVID-19 es una grave crisis sanitaria que ha provocado la peor crisis económica de nuestra época. Sin embargo, no es conveniente que los responsables de formular las políticas dejen de prestar atención a los impactos sanitarios de la contaminación atmosférica. ¿Por qué?

En primer lugar, la contaminación atmosférica sigue siendo un desafío y las consecuencias sanitarias de la mala calidad del aire aún afectan a todos los niveles de la sociedad.

Quizás aún más importante en el contexto de la COVID-19, numerosos estudios permiten suponer que existe una correlación entre la contaminación atmosférica y los contagios de COVID-19. Para explicar estas conclusiones empíricas, los epidemiólogos señalan que la contaminación atmosférica puede incidir en la pandemia de COVID-19 de tres maneras: aumentando la propagación, aumentando la susceptibilidad y empeorando la gravedad de la infección. Se cree que el virus se transmite por gotículas que quedan suspendidas en el aire, en particular cuando una persona infectada estornuda o tose. Dado que la tos es una respuesta común a la contaminación atmosférica, es probable que esta aumente la transmisión. Además, la contaminación atmosférica puede aumentar la susceptibilidad a la infección. En las vías aéreas superiores, donde es más probable que se depositen las gotículas virales, las células que recubren las vías respiratorias tienen filamentos en forma de cabello denominados cilios. Estos cilios mueven el moco en el que han quedado atrapadas las partículas virales hacia el frente de la nariz para que este sea expulsado en un pañuelo de papel, o hacia la garganta, para que sea tragado, evitando de este modo que el virus ingrese a los pulmones. La contaminación atmosférica degrada estas células de manera que los cilios ya no están presentes o no funcionan, por lo cual las personas son más susceptibles de contagiarse de COVID-19. Por último, existe un consenso creciente de que las personas con enfermedades crónicas preexistentes (cardiopatía, diabetes, enfermedad pulmonar crónica no asmática y enfermedad renal crónica) conforman la mayoría de los pacientes hospitalizados por COVID-19. La contaminación atmosférica es un factor de riesgo para todas estas enfermedades y, por lo tanto, contribuye a la gravedad de la infección.

En esta etapa, las vinculaciones entre la COVID-19 y la contaminación atmosférica aún no son concluyentes debido a la imposibilidad de contabilizar con precisión los casos de COVID-19 o, incluso, las muertes causadas por la enfermedad, y al hecho de que los impactos dependen de diversos factores, como la capacidad del sistema de salud, el acceso a los hospitales y la voluntad de las personas de concurrir a ellos. No obstante, teniendo en cuenta los conocimientos actuales y los datos señalados, es razonable esperar una vinculación general entre la contaminación atmosférica y las infecciones respiratorias. Por otra parte, durante la epidemia de síndrome respiratorio agudo grave (SRAG) en 2003 (el virus que causa SRAG es un pariente cercano del que causa COVID-19), en varios estudios se estableció un vínculo ente la contaminación atmosférica y el aumento de la mortalidad por SRAG. En un estudio se estableció que la probabilidad de que los pacientes de SRAG en regiones de China con un alto índice de la calidad del aire fallecieran debido a la enfermedad era dos veces mayor en comparación con los pacientes de regiones con un índice bajo.

Esta sección se basa en gran medida en una entrevista con Michael Brauer, profesor de la Escuela de Población y Salud Pública de la Universidad de British Columbia.

En síntesis, la contaminación atmosférica es un multiplicador de riesgos que probablemente está exacerbando las consecuencias sanitarias de la pandemia de COVID-19. Este problema persiste dado que la calidad del aire no ha mejorado de manera uniforme durante la pandemia.

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