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En el día de la mujer pienso especialmente en las más invisibles y perjudicadas por la sociedad, en gran parte por ser mujeres.

Pienso en las víctimas de trata que son forzadas a prostituirse y que viven amenazadas y sin dignidad. Pienso en las madres que sufren violencia de género, y que día a día sacan adelante a sus hijos bajo viento y marea. Pienso en aquellas niñas que son obligadas a casarse para salvar la economía de su familia, a quienes les roban su infancia convirtiéndolas en mujeres a la fuerza. Pienso en el peso de la menstruación en las comunidades rurales remotas, donde las condiciones de higiene brillan por su ausencia. Pienso en los embarazos y los partos con complicaciones en la pobreza, donde la nube fabulosa de la procreación se convierte en la dura realidad salvaje de la vida.

Pienso en todas las dificultades que tienen estas mujeres para hacer valer sus derechos y para salir adelante con igualdad de oportunidades.

Pero luchan, trabajan, sonríen y sacan adelante familias. Las mujeres no se rinden. Y la justicia debiera estar de su lado también.

Confío en el valor y el poder del imperio de la ley, y por ello, hace ya una década decidí dedicar mi vida a promover la calidad de vida de los más vulnerables a través del derecho. En este camino, a través de la Fundación Fernando Pombo, trabajamos para eliminar barreras legales a las mujeres.

Hoy hago un brindis por las mujeres. El futuro es femenino.

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