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El egoísmo hace que una reflexión como el título de este artículo, pura, humilde, llana y al mismo tiempo real, carezca de sentido. No corren buenos tiempos para encontrarle sana razón a algo empapado de franqueza. Será mejor que empecemos a concienciarnos. Somos simplemente personas. Agua y huesos. Tan solo eso, aunque la sociedad intente disfrazarnos de superhéroes de capa al viento y poderes sobrenaturales.

El egoísmo hace que una reflexión como el título de este artículo, pura, humilde, llana y al mismo tiempo real, carezca de sentido. No corren buenos tiempos para encontrarle sana razón a algo empapado de franqueza. Será mejor que empecemos a concienciarnos. Somos simplemente personas. Agua y huesos. Tan solo eso, aunque la sociedad intente disfrazarnos de superhéroes de capa al viento y poderes sobrenaturales.

Cada ser humano tiene su ritmo, nunca lo olviden. Hay gente que es capaz de cruzar el puente tantas veces como las circunstancias lo pidan. Algunos llegan deslizándose con enorme sacrificio hasta el medio sin terminar de atravesarlo. Finalmente, los hay que se tambalean en el borde del puente y no son capaces de cruzarlo en esta vida. Ante ello, comprensión, aceptación y paciencia. Su orgullo, su ego, su odio y su soberbia no les permite que sean lo suficientemente valientes para cruzar al otro lado de esa construcción cuya única función es la de poner en contacto o acercar dos cosas distintas.

Y ese es el inicio del declive en aquellos que deberían servir a nuestra amada España y a ustedes. Han abandonado a su suerte a sus conciudadanos desuniéndolos.

No creo en la clase política de este país. Profesionales de la demagogia, intereses subyacentes y palabras vacías. Ellos deberían ser los abanderados de esa Responsabilidad Social Corporativa, que alientan desde su atril antes de unas elecciones y que, una vez elegidos, no nos representan encima de su escaño. Pero su única preocupación reside en los números y las cifras que alimentan su ego. Depende de ustedes y de la importancia que les quieran dar el  que éstas cobren un sentido u otro en tu vida.

 Ellos olvidaron en lo más profundo de su mente y de su corazón quienes son. Personas. Ser persona es organizar una maravillosa velada con mimo, detalle y exquisita naturalidad y compartirlo con aquellos que vienen a comer o cenar a tu casa. Ser persona es abrir las puertas de tu hogar, con todo lo que conlleva siendo hospitalarios hasta la extenuación, sin esperar nada a cambio. Ser persona es ponerte en el lugar del otro empatizando, no juzgando, respetando, comprendiendo, admirando y queriendo. Ser persona es servir al otro, es decir, abandonar tus sueños para quienes te rodean puedan alcanzar los suyos. 

En cambio, desalientan con sus comportamientos erráticos a la población que creyó en ellos introduciendo su papeleta en la urna, decepcionan porque se preocupan más por incrementar su patrimonio en vez de obtener un beneficio para la comunidad a la que representan,  y mutilan a las nuevas generaciones que vendrán embarcándolas en una sociedad indolente, consumista y carente de escrúpulos. Donde el dinero es el combustible que todo lo puede comprar: voluntades, sueños, ilusiones y aprecios.

No pretendo que nuestros representantes públicos sean perfectos. No se equivoquen. Soy consciente que nadie es completo en esta vida, yo tampoco lo soy. ¿Qué es la perfección? Tan solo una palabra aprendida a base de insistencia o la correlación de hechos consumados, no sabría decir. Lo perfecto no es lo normal. Si algo tengo claro es que somos imperfectos, aunque nos empeñemos en disimularlo, enmascararlo y disfrazarlo. Si los que dicen serlo supieran lo equivocados que están, lo serían, aunque solo fuera por llevar la razón.

Ahora bien. Los que sí se puede hacer es luchar y persistir para conseguir ser la mejor versión de sí mismos, volviéndose útiles para su nación. Pero para ello necesitamos reeducarnos. Ellos y nosotros. La educación es el pilar fundamental sobre el que se desarrolla la evolución de la humanidad. Un poema llamado “Educar” del célebre escritor Gabriel Celaya decía lo siguiente:

‘’Educar es lo mismo

que poner un motor a una barca…

Hay que medir, pensar, equilibrar…

y poner todo en marcha.

Pero para eso,

uno tiene que llevar en el alma

un poco de marino…

un poco de pirata…

un poco de poeta…

y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar,

mientras uno trabaja,

que ese barco, ese niño,

irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío

llevará nuestra carga de palabras

hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que, cuando un día

esté durmiendo nuestra propia barca,

en barcos nuevos seguirá

nuestra bandera enarbolada.’’

Pues eso, eduquen en amar al prójimo, porque es el motor de aquel que cree en el otro. Es el principio básico de convivencia. El amor entre los seres humanos debe de estar por encima de cualquier religión, lengua o cultura.

Sé que está posición puede no estar exenta de detractores, pero tampoco de seguidores. No pretendo ser nada más que eso. Simplemente persona. ¿Y ustedes?

Pelayo Arango Lara

En este artículo se habla de:
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