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Las ciudades constituyen los centros económicos (solo unas 600 ciudades acumulan el 60% del PIB mundial, según McKinsey), políticos, culturales y sociales a nivel global. Esto se debe a que el modelo económico, productivo y de consumo lleva décadas encaminando a las ciudades como imanes para las personas, que esperan encontrar en ellas una nueva oportunidad, mayor prosperidad y una mejora social.

Sin embargo, cuando las cosas cambian a tanta velocidad, no es fácil adaptarse a las nuevas realidades y seguir adelante como si nada estuviera ocurriendo. Eso es lo que les está ocurriendo a los centros urbanos. El incremento de la población urbana a nivel mundial (se estima que en 2050 el 70% de los habitantes vivirán en ciudades, siendo los continentes que más crecen África y Asia) se está produciendo a un ritmo tan vertiginoso que está siendo complicado planificar -y re-planificar- las ciudades de forma adecuada, que estas dispongan de unos servicios básicos de calidad y, desde luego, integrar unos criterios mínimos de sostenibilidad en ellas.

Las ciudades, por otro lado, son grandes consumidoras de los recursos naturales que se generan a nivel mundial (en torno al 75% de la producción), acumulan el 80% de la demanda energética y generan en torno al 70% de las emisiones a nivel global. De ahí que la acción y el compromiso ambiental y, especialmente climático en las ciudades, esté en las conversaciones globales como el Acuerdo de París o los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a través del ODS 11 – Ciudades y comunidades sostenibles - o el ODS 13 – Acción por el clima.

A pesar de ello, y aunque suene retador, las urbes mundiales llevan ya años haciendo esfuerzos por reducir su huella ecológica y continuar siendo lugares atractivos para la población. La mitigación del cambio climático, continúa siendo una de las áreas de acción principal de las ciudades, especialmente en los países desarrollados (sobre los retos en los países en desarrollo podríamos hablar en otro artículo ampliamente). Acciones vinculadas al aumento eficiencia energética de los edificios (en Europa estos suponen un 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero), la apuesta por la movilidad sostenible, la utilización de energías renovables o la mejora de la calidad del aire son ya habituales en las ciudades con mayor capacidad de actuación.

Pero quizá la gran olvidada es la adaptación. Esa otra cara de la moneda que supone el cambio climático y que tan relevante es cuando somos conscientes de la vulnerabilidad de los entornos urbanos. Hablamos entonces de prevención y de adelantarnos a lo que viene sabiendo que, por muchos esfuerzos que queramos hacer mitigando el cambio climático, estamos en una muy mala posición. En ella, además de muchas de las palancas anteriormente nombradas, juega un papel fundamental la naturaleza, la biodiversidad, que mejora la resiliencia de la ciudad y atenúa los impactos físicos directos del cambio climático, entre otras muchas de sus funciones.

Desde Forética, precisamente, llevamos un año trabajando para que los ayuntamientos a nivel nacional conozcan y entiendan por qué deberían tener en cuenta la adaptación en sus estrategias locales de cambio climático y también algunas pautas sobre cómo hacerlo. El proyecto, “Caja de herramientas para la adaptación al cambio climático en ciudades”, que hemos desarrollado con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica, está compuesto por un conjunto de herramientas útiles y prácticas:

  1. Informe de riesgos y oportunidades para la adaptación al cambio climático: que busca identificar cuáles son esos “peligros” a los que se enfrentan las ciudades, pero también, cómo pueden innovar para identificar soluciones y obtener oportunidades, según los principales sectores y sistemas ecológicos presentes en las ciudades.
  2. Argumentario de adaptación: que busca hacer transversal el conocimiento y la orientación a la acción entre las distintas áreas o departamentos de las administraciones locales, para influir en la toma de decisiones y el desarrollo de políticas en esta materia.
  3. Casos de éxito nacionales e internacionales: no hay nada mejor que conocer qué están haciendo otras ciudades para inspirar a la acción. Esta herramienta reúne un conjunto de 12 ciudades internacionales y nacionales referentes en temas de adaptación.
  4. Soluciones empresariales: 30 casos de empresas que están contribuyendo, a través de sus productos o servicios, a mejorar el desempeño de las ciudades en materia climática, especialmente adaptación.

La última herramienta, la número 5, fue la presentación en Madrid el pasado jueves 20 de junio de este proyecto, que sirvió como punto de encuentro entre ayuntamientos, empresas y otros sectores para conversar sobre estos aspectos.

¿Cuáles son algunas conclusiones clave del proyecto?

  • Que todas las ciudades van a ser impactadas, en mayor o menor medida, por el cambio climático y muchas son vulnerables a él, por lo que el carácter de urgencia es evidente.
  • Que es necesario que las ciudades hagan transversal el conocimiento sobre el cambio climático entre las diferentes áreas municipales, más allá de las áreas de medio ambiente.
  • Que muchas ciudades ya han pasado a la acción y pueden servir de inspiración a aquellas que están comenzando en este camino.
  • Que, en el contexto de la ciudad, la colaboración con otras ciudades y las alianzas público-privadas, son esenciales para poder impulsar realmente la agenda climática y de sostenibilidad.
  • Que debemos tener una visión estratégica y “ecosistémica” de la ciudad. Una visión que trascienda ciclos políticos y vaya más allá de intereses concretos, y que busque construir ciudades más sostenibles y resilientes para sus ciudadanos.
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