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Si un balance y una cuenta de pérdidas y ganancias caben, cada uno de ellos, en una sola página... ¿acaso no es posible disponer de una sola página para reportar sobre la información no financiera? Sobre todo teniendo en cuenta que está muy ligada a los criterios de RSE de las empresas y, desde mi punto de vista, es la base de su credibilidad.

El Estado español está en pleno proceso de trasposición de la Directiva 2014/95/UE del Parlamento Europeo sobre la divulgación de información no financiera e información sobre diversidad por parte de determinadas empresas. Para hablar de los “Efectos empresariales de la información no financiera”, la cátedra de Ética Económica y Empresarial de la Universidad Pontificia Comillas (ICAI-ICADE), ha organizado una mesa redonda de la que han formado parte el Instituto de Auditores Internos, Mutua Madrileña y Diario Responsable.

He tenido la fortuna de participar en este debate con excelentes compañeros de mesa, como Juan Benavides Delgado, Catedrático de la Universidad Complutense y director del Seminario Permanente de la Catedra de Etica Economica y Empresarial de ICADE; Juan José Almagro, primer doctor en Ciencias del Trabajo en España con una tesis sobre responsabilidad social de las empresas y colaborador de la cátedra; Javier Faleato, director general del Instituto de Auditores Internos y Concepción Navarro, responsable de RSC de Mutua Madrileña.

Aunque en breve publicaremos un amplio resumen de lo que allí se dijo, quiero compartir con los lectores de Diario Responsable mi aportación al mismo.

"Esta tarde les voy a hablar como editor de un medio que se dedica precisamente a “fijarse” en la información no financiera, no en la acción social de las empresas ni en otras actividades que realizan con sus grupos de interés. La información no financiera está muy ligada a los criterios de RSE de las empresas y, desde mi punto de vista, es la base de su credibilidad.

Primero, quiero recordar que esta Directiva se aplica ya este año con la información correspondiente a 2017, así que veremos cómo se cumple. También es cierto que no es obligatoria para todas las organizaciones, sino para las entidades de interés público y las que a fecha de cierre del balance tengan más de 500 empleados y una cifra de negocios anual superior a 40 millones de euros.

Hay empresas, sobre todo las del Ibex y las multinacionales que ya lo están haciendo, en sus memorias de RSE. Casi todas ellas elaborados según la Global Reporting Initiative, una guía aceptada internacionalmente para la elaboración de memorias de sostenibilidad.

¿Y qué publican? De todo. La mayor parte son muy extensas y entran en detalles más allá de los exigidos por la norma que, por otro lado, es bastante genérica y habla de aspectos relativos a cuestiones sociales y medioambientales, información sobre el personal, el respeto a los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, políticas de diversidad (género, discapacidad).

Para que os hagáis una idea, el tamaño medio de estos documentos supera las 100 páginas y puede llegar a las 800. ¿Conocéis a algún periodista que se los lea todos completos? Yo no.

Y aquí nos encontramos con uno de los grandes problemas, la falta de transparencia por infoxicación, tienes tanta información que eres incapaz de analizarla y ver qué es lo relevante.

INFOXICACIONUn amigo, que también trabaja en estos temas pero desde el lado de los que hacen las memorias, me decía que  “nosotros optamos por el método del 'ganar por desbordamiento': dábamos tanta información que lo que no queríamos que se viera solo podía encontrarse si eras capaz de leer todo el informe o navegar en la web a 10 clicks. Eso sí: lo que queríamos que se viera, iba al resumen ejecutivo". "Nadie, decía mi amigo, podría acusarnos de no reportar; pero había que buscar la aguja en un pajar”.

Y la pregunta es: ¿si un balance y una cuenta de pérdidas y ganancias caben, cada uno de ellos, en una sola página... acaso no es posible disponer de una sola página para reportar sobre la información no financiera?

Poca gente en estas organizaciones, y recuerdo que hablo desde el punto de vista de la comunicación, se toma la molestia de hacernos un resumen, guiarnos un poco, marcar las cuestiones más relevantes. Sin embargo, cuando estas mismas empresas presentan resultados financieros, ya sean trimestrales o anuales, esos mismos responsables de comunicación te ofrecen la información absolutamente trillada.

Si esta norma habla de la utilidad de la comunicación no financiera en la identificación de riesgos para la sostenibilidad y para aumentar la confianza de inversores, consumidores y sociedad, yo me pregunto ¿por qué esta diferencia a la hora de difundirlo? Parece que el puro negocio y los números van por un lado y los componentes extra financieros por otro.

Hasta ahora, las cotizadas, especialmente las grandes, ya mandaban información no financiera detallada, pero a analistas financieros, o la presentaban en road shows previos a ampliaciones de capital, emisiones de deuda, juntas generales, para asegurarse de que llegaba directa a su público, los grandes inversores institucionales.

Y ha sido, además, este público, quien les ha ido “obligando” a tener mejores prácticas medioambientales, sociales y de gobernanza, los llamados criterios ASG que, en definitiva, son prácticamente sobre los que ahora tienen que informar con detalle.

Pero, insisto, no olvidemos que los grandes inversores, incluyendo los fondos de pensiones, o sea, los proveedores de capital, han sido quienes han fomentado la idea de “quiero rentabilidad pero no a cualquier precio”, sino una rentabilidad a largo plazo que vaya de la mano de la justicia social -que casualmente es el propósito por el que trabajamos en Diario Responsable-.

Hasta ahora ¿en qué se han volcado las empresas para lucir lo no financiero? En hacerse un listado de requisitos para poder cotizar en índices específicos que premian determinadas buenas prácticas.

Hay que estar en el Dow Jones Sustainability Index, un índice mundial que valora las buenas prácticas de las empresas bajo criterios sociales, medioambientales y económicos. Y, hay que decirlo, una de las cosas que se analiza es la presencia de la empresa en los medios de comunicación.  

O en el FTSE4Good, que engloba a empresas que cumplan con requisitos como trabajar por una sostenibilidad medioambiental; desarrollar relaciones positivas con las partes interesadas; y defender y apoyar los derechos humanos universales. Este índice no incorpora valores que estén relacionados con el tabaco, el armamento o la energía nuclear.

Y su versión española, el FTSE4Good IBEX que, puede convertirse en una solución para los gestores de fondos de pensiones públicas, a los que la ley en España les exige que inviertan un 10% de los fondos en ISR (Inversión Socialmente Responsable).

Las grandes empresas también han hecho sus apuestas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, por dejar claro que cumplen el 1, el 3 y el 15 y presumen de ello, y lo incluyen, por supuesto, como información extra financiera, que lo es. Lo malo es que, a veces, el cumplimiento de estos objetivos está muy… digamos "cogido por los pelos", sólo es lo mínimo y necesario como para poder lucir, además de que por supuesto los ODS son voluntarios, pueden tomárselos en serio pero también pueden ser un brindis al sol.

Lo cierto es que los movimientos de las empresas van llegando cada vez más al gran público, es decir, a otro protagonista tan importante como el que pone el capital, que es el consumidor.

Deberíamos utilizar esta directiva para hacer a este consumidor absolutamente consciente de qué hay detrás de cada producto que compra. Hace poco, en Diario Responsable publicábamos un informe sobre esto mismo: cómo los consumidores exigen más transparencia a las marcas. Y hay más. Algunos estudios recientes de Nielsen y Deloitte muestran que éstos están más dispuestos a pagar más por productos y servicios vistos como sostenibles o provenientes de empresas sociales, y ambientalmente responsables. 

En definitiva, no creo que estas acciones “sostenibles” cada vez más extendidas en todo tipo de empresas lo hagan porque lo llevan en su ADN (algo que me remueve el estomago cada vez que lo oigo) o porque si quieren seguir teniendo inversores y clientes, lo deben hacer.

Lo que importa al fin y al cabo es que lo hagan. Esta nueva normativa va a venir muy bien para poner en evidencia lo que de verdad se hace y quién lo hace.

En definitiva, no me diga usted cómo gasta su dinero, cuénteme cómo lo gana".

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