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Una pequeña reflexión sobre los valores que nos ayudan a hacer entre todos una sociedad mejor.

Cada vez son más las personas que, de forma individual u organizada, luchan por conseguir que esta sociedad sea un poco más feliz. Hemos alcanzado cuotas hace poco tiempo impensables en sanidad, longevidad, educación, etc., y en general puntuamos bien en las seis variables de las clasificaciones generales de la felicidad del país que utiliza Gallup World Poll para detectar el bienestar: ingresos, esperanza de vida saludable, apoyo social, libertad, confianza y generosidad.

El World Happiness Report 2018 nos dice que los países más felices son Finlandia, Dinamarca, Noruega, Islandia y Nueva Zelanda, mientras que los más infelices son Burundi, República Centroafricana, Sudán del Sur, Tanzania y Yemen.

ranking happy

Los estudios de la universidad de Michigan han demostrado en diversas ocasiones que en sociedades con bajos niveles de renta la felicidad se asocia a la solidaridad grupal, la religiosidad y el orgullo nacional, mientras que en sociedades más acomodadas se aprecia sobre todo la capacidad de tomar decisiones, la democracia y la tolerancia social, como explica Ronald Inglehart. También argumenta que durante los últimos 25 años la felicidad se ha incrementado notablemente en países en los que han experimentado crecimiento económico, se han establecido regímenes democráticos , ha mejorado la igualdad entre los sexos y las sociedades se han vuelto más tolerantes.

En este contexto global, el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018 Michael J. Sandel considera que para lograr una vida feliz es preciso trabajar para encontrar la verdad a través del uso público de la razón en sociedades plurales donde conviven propuestas distintas.

Otra forma de aunar tantas pluralidades podría ser el enfoque de Alasdair MacIntyre, que trabaja en la ética de los hábitos, las virtudes y el conocimiento de cómo alcanza el individuo una vida buena, en la que encuentren plenitud todos los aspectos de la vida humana como una excelente forma de estar al servicio de los demás.

He descubierto a este filósofo de la mano del experto Ginés Marco a través de su exposición en el congreso de Eben sobre Ética Empresarial celebrado en Málaga recientemente. En esencia, Marco resaltó los conceptos clave de confianza (basada en la excelencia de cada una de las partes de la relación) y la lealtad (debida al sujeto acreedor de tal que busca referentes).

Confianza y lealtad están íntimamente ligadas a los conceptos de apoyo social, libertad, confianza y generosidad utilizados como indicadores de bienestar por Gallup, y todo ello me recuerda el razonamiento de Victoria Camps cuando habla de construir el discurso de las virtudes, imprescindibles para los ciudadanos de nuestro tiempo y que no pueden diferir radicalmente en sus formas de actuar democráticamente independientemente de su lugar de residencia: el paso del yo moderno —individuo liberal abstracto— al nosotros que necesitamos ha de asentarse en la reafirmación de unos derechos humanos que son, por encima de todo, derechos del individuo.

Esto tiene buena pinta. Si sociólogos, filósofos y ciudadanos diversos abordan el tema de la felicidad desde diferentes ángulos y no obstante alcanzan acuerdos sobre los valores básicos de la vida en la sociedad actual, podemos empezar a pensar que estamos en vías de mejorar lo mejorable - que es mucho - y contribuir entre todos al bienestar colectivo. Porque en el siglo XXI, el de la conectividad y la interdependencia, o lo conseguimos entre todos o no lo conseguimos.

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OpiniónéticaFelicidad Interior Bruta

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