Somos conscientes del poder de los embajadores de marca y su capacidad de influir, condicionar y amplificar los mensajes de una compañía. Entonces, que sucedería si esa devoción por el producto y/o marca derivase también en una demanda de comportamientos más responsables por ejemplo en materia fiscal. ¿La devoción por una marca no debería tener sesgos hacia determinados valores?