Mujeres de países subsaharianos, varadas en lo que era un país de tránsito, logran salir adelante al otro lado del Estrecho en un contexto de racismo social e institucional. “Despidieron a mi padre del banco donde trabajaba y él me dio el dinero para que me fuera. Llegué a Marruecos como turista, con un visado, y pagué 2.500 euros a alguien que me iba a facilitar llegar a España y que no apareció jamás. En mi país hay oro, cobalto… pero el pueblo no tiene nada, ¿qué haría allí?”. Nana Ngome Ndembe, de Congo Kinshasa, es una de las miles de mujeres migrantes subsaharianas que emprenden la peligrosa ruta hacia el norte desarrollado y, al final, se quedan a vivir en Marruecos durante años… o para siempre.