El último informe de la ONU reflejó, con apreciado detalle, uno de los principales problemas de la población mundial: el hambre. De hecho, en el tiempo que dura la lectura de esta breve introducción, la desnutrición ha puesto fin a la vida de un niño en algún lugar del mundo. Se calcula que 6,3 millones de niños menores de 15 años murieron en 2017 por causas, en la mayoría de los casos, prevenibles, según estimaciones de Unicef, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la División de Población de Naciones Unidas. Algo que se traduce en la muerte de un niño cada cinco segundos. Sin duda, unas cifras que hablan por sí solas de la necesidad de pasar a la acción.