Los edificios son nuestra tercera piel: después de nuestra propia epidermis y de la vestimenta, la esencia de la arquitectura es crear un hogar, ese refugio que nos protege del exterior. Esta protección, este cuidado, sin embargo, se ha degradado hasta alcanzar extremos insostenibles, convirtiendo nuestra tercera piel en justo lo contrario a lo que debería ser.