Líbranos, no de los puros habanos, claro, sino de las personas puras. Me gustó una entrada de Miguel Pasquau en CTXT, hace ya unos meses, con el título de “Las prisas de la pureza”. Se refería a la actitud de mucha gente que, amantes de la pureza, no admiten nada que tenga un defecto, por mínimo que sea. Bueno, supongo que se tendrán que soportar a ellos mismos, pero lo que es a los demás, no los soportan. Bueno, también a su marido o a su mujer, y a sus hijos, y a su cuñado, y a sus compañeros de trabajo...