Antonio Argandoña

Federico Sabriá es un colega del IESE que podría ganarse la vida escribiendo novelas “con mensaje”. Últimamente practica mucho ese género, porque nos cuenta, larga y periódicamente, lo que pasa a su esposa, Dolores, que lleva unos meses en el hospital, sometida a operaciones, complicaciones y recuperaciones dolorosas y largas. Dolores es luchadora, muy luchadora, y Fede, que está siempre a su lado, le ayuda continuamente.
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Hace unos días escribía sobre el propósito de la empresa. Y un amigo me preguntó si esta era la nueva versión de los objetivos, o de la misión, o de la visión… Le dije que no; para mí, era otra manera de explicar qué es la misión, a partir de lo que la sociedad espera de la empresa (y lo mismo de otras organizaciones). Pero, claro, me preocupó, porque me parece que ya hemos entrado en la enfermedad, contagiosa, progresiva e incurable, en que caemos los académicos, consultores, formadores y asesores, de cambiar un nombre para que tenga un sentido nuevo, de modo que podamos decir que eso es lo que todas las empresas serias deben hacer, y vendérselo a los directivos.
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Desde hace unos años, nos preocupa mucho el tema de la desigualdad económica. Hay muchas evidencias de que a nivel global ha mejorado, gracias al crecimiento económico de países grandes, como China e India. Y también de que ha empeorado dentro de los países concretos, también los avanzados. Y esto se imputa al sistema económico, el capitalismo. Pero, como decían los escolásticos, “donde no hay distinción, hay confusión”
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Hay muchas maneras de entender la Responsabilidad Social (RS), porque las empresas son muchas cosas distintas, y las personas que las dirigen o que trabajan en ellas son también seres de infinitas posibilidades
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Un médico me contó una vez que, frecuentemente, los pacientes con obesidad decían que no entendían por qué la tenían: “Si no tomo azúcar, ni pan, ni pastas, ni patatas…”. “¿Y alcohol?”, les preguntaba. “Ah, eso sí; dos copitas de vino en la comida y en la cena, una cerveza o dos al llegar a casa, un gin tonic como aperitivo…”. Y, claro, no entendía por qué estaba gordo. Moraleja: no se puede hacer una dieta de adelgazamiento que sea parcial
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“Hoy hablaremos de la Responsabilidad Social (RS)”, dice el CEO en la reunión del Comité de Dirección, o el Presidente en la del Consejo de Administración. Reunión rutinaria, ¿no? Vendrá el Director de RS (el Dirse, le llamamos habitualmente) y nos dirá cómo van las valoraciones de los riesgos, sobre todo reputacional; cómo van las políticas, qué acciones se desarrollarán en las próximas semanas, qué problemas ha habido, cómo se ha recibido la Memoria de RS, o de Sostenibilidad, o la Memoria integrada…
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Líbranos, no de los puros habanos, claro, sino de las personas puras. Me gustó una entrada de Miguel Pasquau en CTXT, hace ya unos meses, con el título de “Las prisas de la pureza”. Se refería a la actitud de mucha gente que, amantes de la pureza, no admiten nada que tenga un defecto, por mínimo que sea. Bueno, supongo que se tendrán que soportar a ellos mismos, pero lo que es a los demás, no los soportan. Bueno, también a su marido o a su mujer, y a sus hijos, y a su cuñado, y a sus compañeros de trabajo...
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La Responsabilidad social (RS) no funciona, o al menos no funciona del todo bien, en muchas empresas, porque hay cosas que se hacen mal
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Hace unos días participé en la Asamblea General Ordinaria de Socios del FC Barcelona (el Barça, como se le conoce habitualmente), como miembro de la Comisión de Control y Transparencia. Lo pasé muy bien, y aprendí muchas, entre ellas la que os quiero contar aquí
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