Un ramo de flores frescas, entre los arbustos, al borde de un serpenteante camino de tierra, recuerda la muerte de Dora Alicia Recinos, embarazada de ocho meses. Dora volvía de lavar en el río, hace ahora 10 años, cuando fue acribillada por unos sicarios. Nadie pagó con la cárcel por ese delito. Siguiendo la abrupta ruta, un poco más adelante, se vislumbran algunas instalaciones de El Dorado, la mina de oro de la empresa Pacific Rim, ahora propiedad mayoritaria de la australiana Oceana Gold que se relaciona con este crimen.