Lleva meses erigiéndose como garantía de credibilidad y confianza social, como aval de una nueva tendencia institucional y corporativa más transparente y sostenible a largo plazo. La Responsabilidad Social responde sobre todo a la necesidad de los grupos de interés de recibir una información clara, actual y –por fin- veraz acerca de los asuntos corporativos que conciernen a la comunidad. Sin embargo- y entrando en el creciente hermanamiento entre Responsabilidad Social y Sociedad de la Información- es el sector audiovisual uno de los mayores cauces de influencia y veto social, a través de productos más o menos informativos que sirven a unos determinados fines societarios.
Para autores como Wilbur L. Schramm, la televisión como medio tendría un enorme potencial de adoctrinamiento por la rapidez de transmisión de su mensaje, su capacidad de convicción, y sus posibilidades de interacción o participación. En unos tiempos en que la filantropía barnizada de responsabilidad y el marketing social cuajado de exageraciones se demonizan más que nunca, la Responsabilidad Social juega un papel todavía deslavazado en el sector audiovisual, manifestándose casi exclusivamente en consideraciones acerca de la adaptación de contenidos a los target, el beneplácito hacia los temas sociales candentes en el momento y – más seriamente- la respuesta a ponderaciones que ya rozan con lo jurídico como el tratamiento responsable de las imágenes o el respeto a la intimidad.
Umberto Eco, en “TV, la Transparencia Perdida” recuerda la predominancia de programas en los que la información y la ficción se confunden y donde no importa que la audiencia pueda distinguir entre noticias verdaderas e informaciones ficticias. “Aun admitiendo que se esté en situación de establecer la distinción, ésta pierde valor respecto a las estrategias que estos programas llevan a efecto para sostener la autenticidad del acto de enunciación”, constata Eco.
Sin embargo, incluso de la más “responsable” de las televisiones cabría preguntarse si existe realmente una RS enraizada y arraigada en su estrategia empresarial. Y es que para que la Responsabilidad Social “lata” al unísono con los asuntos empresariales ha de existir un compromiso – permanente, no camaleónico según las expectativas sociales- con la Responsabilidad Social y , sobre todo, una transparencia con los grupos de interés que vaya mucho más allá de la pura emisión de contenidos.
Un sector audiovisual transparente, cristalino en sus métodos de publicidad y transmisión de la información; pero sobre todo, diáfano en su concepción del negocio y modus operandi empresarial. Para la doctora Mª Pilar Cousido, coordinadora del “Primer Estudio sobre la Transparencia en el Sector Audiovisual español”, existe un alto nivel de concienciación en cuanto a la necesidad del sector de ganar transparencia, “ a que un elemento por el que ha de pasar esa mayor transparencia social es o será el derecho de acceso a la información de los agentes audiovisuales; y a que la timidez, los titubeos y las contradicciones dentro de los cuales se mueven –no ya las empresas cotizadas y no cotizadas del sector, sino los propios órganos reguladores y de control, promovidos y creados por la Administración Pública– pone de manifiesto la urgencia por adoptar una norma que delimite el terreno de juego”.
Es entonces tarea de las Administraciones Públicas- además de los agentes audiovisuales- impulsar la regulación de un acceso a la información y actuar en beneficio de la transparencia del sector, tanto en contenidos y difusión de la información como en asuntos más controvertidos tales como información sobre financiación, ayudas públicas al sector u organigramas.