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¿Qué pueden hacer las empresas ante los desmanes de la industria alimentaria?

Hace ya bastante tiempo que los agricultores franceses comenzaron a destrozar los vegetales que transportaban camiones españoles, decían que eran competencia desleal.  Pasó  a ser noticia habitual en los telediarios, donde nos enseñaban cómo vertían, trituraban o destrozaban de otras formas los alimentos provenientes de España.

Recientemente nos hemos enterado de que Putin ha ordenado quemar toneladas de alimentos, especialmente queso y carne de cerdo, como respuesta a las sanciones que Europa ha puesto a Rusia.

Este mes hemos visto una y otra vez que los ganaderos tiran millones de litros de leche para protestar por el precio que reciben.

Con todos los matices que queramos, ocurre que:

  • Agricultores y ganaderos intentan asegurar sus ganancias aceptando el control de grandes organizaciones especializadas en su sector a  cambio de tener la venta asegurada;
  • estas organizaciones acrecientan sus beneficios trabajando a gran escala, de modo que es prioritario para ellas disponer de grandes cantidades de alimentos para poder controlar los precios del mercado;
  • rentabilizar grandes stocks exige gran demanda por parte de los consumidores;
  • se necesita, por tanto, contar con complejas estructuras políticas, económicas, de marketing, etc., para condicionar los hábitos de los consumidores.

Cuando alguno de estos elementos falla se rompe el círculo vicioso en el que vive nuestra sociedad, dando lugar a los penosos espectáculos mencionados.

La FAO, en 2011, ya nos ofrecía datos preocupantes:

  • un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a cerca de 1.300 millones de toneladas al año;
  • los alimentos se pierden o se desperdician a lo largo de toda la cadena de suministro, desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final en los hogares;
  • las pérdidas de alimentos representan un desperdicio de los recursos e insumos utilizados en la producción, como tierra, agua y energía, incrementando inútilmente las emisiones de gases de efecto invernadero (FAO, 2011).

Y tiene en marcha propuestas como Save Food,  que encuadra trabajos como la Carta de Milán y otras muchas que en un momento u otro todos hemos visitado.

Como ciudadana me siento corresponsable de todos estos desastres y despropósitos,  que me impactan directamente en la cabeza y el corazón:

En la cabeza: ¿Cómo es posible que hipotequemos el mundo destruyendo la tierra, derrochando el agua y envenenando el aire para después tirar el resultado final de algo tan costoso de conseguir? ¿Qué se encontrarán las generaciones venideras? ¿Hasta cuándo podremos mantener esta orgía? ¿A quién beneficia el planteamiento actual?

En el corazón: ¿Verdad que se te encoge el corazón cuando ves tantas y tantas personas desesperadas por conseguir un trozo de algo remotamente comestible, que caminan kilómetros y kilómetros en condiciones horribles, que huyen del hambre y la miseria exponiendo su vida? ¿Verdad que en esos momentos no eres capaz de pasar bocado?

¿Verdad que se te encoge el corazón cuando ves miles de vacas condenadas a la esclavitud, sin ver el sol, sin poder moverse apenas, explotadas hasta la extenuación, pariendo hasta descalcificarse y muriendo de mala manera después de una vida horrible?

¿De verdad somos tan tontos y tan malvados?

Estoy segura de que la respuesta es NO.     Estoy segura de que no es maldad, es inconsciencia por desconocimiento.  Afortunadamente, cada vez disponemos de más y mejor información, así que ahora los ciudadanos no estamos tan desconectados de la realidad.

Pero es muy difícil modificar los hábitos de los consumidores, nuestros hábitos.  Es una ingente labor en la que están colaborando muchos estados, entidades civiles y ciudadanos agrupados en diferentes organizaciones, y poco a poco se van consiguiendo avances.

Y, desde el ámbito de las empresas,  ¿puede la empresa, de cualquier tipo y tamaño, hacer algo para mejorar el estado actual de las cosas?  Las más avanzadas ya están ocupadas en esta labor, poniendo en marcha opciones como:

  • generar nuevas soluciones a partir de  viejos problemas;  por ejemplo, la  Granja Flotante ideada por la compañía Beladon;
  • ofrecer a la plantilla información periódica, veraz y contrastada sobre RSC (Responsabilidad Social Corporativa), Sostenibilidad, Medio Ambiente, etc.; por ejemplo, facilitando el acceso de todos los empleados a medios de comunicación especializados como éste que lees ahora;
  • implantar / reforzar la cultura corporativa enraizada en el respeto; por ejemplo, reconociendo oficialmente comportamientos positivos en este sentido mediante premios simbólicos, menciones en la intranet y otros medios corporativos…
  • actualizar periódicamente el código ético corporativo;  por ejemplo, incorporando nuevos comportamientos positivos detectados y valiosos para fortalecer la cultura del respeto;
  • establecer para l@s directiv@s objetivos anuales basados en comportamientos éticos acordes con las pautas deseables en la organización, utilizando para ello el sistema de indicadores más adecuado;
  • favorecer que el entorno personal de l@s emplead@s  (familia, amigos…) tenga noticia de los avances de la organización en materia de ética, respeto, sostenibilidad…
  • …………

En esencia, creo que todos estamos de acuerdo en que una organización tiene múltiples oportunidades de participar activamente en mejorar esta sociedad.  Una organización es, sobre todo, un conjunto de personas, y como tal puede diseñar qué y cómo se hará en base a qué principios.  Es la base para que esas personas vayan interiorizando principios éticos un tanto olvidados actualmente.

Y las personas que han tenido la oportunidad de integrar / actualizar un buen sistema de valores polinizan la sociedad mediante su forma de comportarse en sus diferentes roles; como miembro de la familia, de la comunidad de vecinos, como consumidor, como ciudadano… 

Una vez más, podemos aplicar la Biomimética y aprender de la naturaleza, que ha tenido millones de años para hacer I+D+I y aplicar las fórmulas más exitosas. ¿Por qué no revisar los principios que la FAO expone sobre los beneficios que aportan las abejas polinizadoras?  Seguro que se nos ocurren diversas formas de conseguir que l@s emplead@s se comporten como polinizadores para conseguir entre todos una sociedad mejor.

 

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