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La Enciclica Laudato Si: Sobre el cuidado de la casa común” es sin duda la más anticipada de las encíclicas y la más citada en los medios, tanto por su tema, su oportunidad, su estilo accesible al público en general, por ser la primera del Papa Francisco (la Lumen Fidei había sido escrita mayormente por Benedicto XVI) y por la facilidad de acceso a los medios electrónicos.   Sería deseable que este impacto mediático se tradujera en impacto real, en acciones por parte de la sociedad, incluyendo gobiernos, empresas y sociedad civil (instituciones e individuos).

En esta reseña de la encíclica pasamos revista a sus objetivos y contenido de una manera muy general, para sentar las bases para la discusión de su pertinencia para la responsabilidad de las empresas ante la sociedad.  No comentamos en esta entrega la amplia discusión de posibles soluciones que se proponen para los problemas identificados.  Dependiendo del interés puede haber una segunda entrega.  El documento es extraordinariamente rico y es imposible hacerle justicia.  Recomendamos al lector interesado en el planeta y sus habitantes su estudio pausado.  

Objetivo y contenido de la encíclica

El subtítulo “cuidado de la casa común” es muy indicativo del mensaje.  No se trata de una encíclica sobre el medio ambiente sino que se sitúa en un contexto más amplio, la casa común, de allí que también considera la problemática social de esta casa y sus relaciones con la del medio ambiente, en especial el impacto que ambas problemáticas tienen sobre las poblaciones más vulnerables.  Considera las responsabilidades que todos tenemos, es nuestra casa, la que compartimos todos, donde compartimos los problemas económicos, sociales, ambientales y políticos.  Por el amplio espectro de relaciones entre estos problemas debe ser evidente que no se pueden separar como algunos pueden pretender.  De hecho una de las principales contribuciones que tiene la encíclica es destacar la necesidad de una visión integral de las interrelaciones y la consideración de soluciones integrales e integradas.

La encíclica no es sobre cambio climático como se difunde comúnmente en los medios en análisis superficiales, es sobre la ecología entendida como las relaciones entre los organismos vivientes (en este caso el énfasis en el ser humano) y el ambiente donde se desarrollan.  Obviamente que el cambio climático es parte de esa ecología y al ser motivo de creciente preocupación tiene una extensa y detallada cobertura que resulta ser un excelente compendio del conocimiento sobre el tema.  Si el lector no tiene tiempo para ver los millares de documentos, debe leer el Capítulo Primero. 

Pero la preocupación es sobre el impacto desproporcionado que el deterioro del medio ambiente, no solo por el cambio climático,  sino además por el consumo desordenado de los escasos recursos naturales, tiene sobre las poblaciones más vulnerables. Y va más allá y cubre además temas como la ecología cultural (patrimonio histórico) y la ecología de la vida cotidiana (calidad de vida de las ciudades).  Y esto es complementario a la enseñanza tradicional de la Iglesia de que el desarrollo económico, para ser moralmente bueno y justo, debe tomar en cuenta las necesidades de las personas en cosas como la libertad, educación y trabajo digno.

Parece estar escrita para tratar de influenciar las reuniones del COP 21 (Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas), a celebrarse a finales de año en París, donde se deberían lograr acuerdos sobre la mitigación del cambio climático.  La encíclica podría verse como el documento de posición de la Santa Sede (es Estado observador en esas reuniones) en esas negociaciones, pero siendo un documento además de la Iglesia Católica, va mucho más allá y su objetivo parece ser llamar la atención sobre las relaciones entre el medio ambiente y el ser humano y viceversa, con énfasis en el impacto sobre los pobres.  

“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental.  Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (#139)

La Encíclica es relativamente extensa, y siendo “….un documento dirigido a todas las personas de buena voluntad”, se beneficiaría de tener un resumen ejecutivo, aunque ello sea anatema en una Encíclica.    La cobertura mediática está revelando una lectura muy parcial y selectiva y a veces fuera de contexto.   La versión en español se extiende por 87 páginas con 246 párrafos, distribuidos en seis capítulos.

El semanario The Economist ha sido uno de los primeros en reaccionar a la encíclica en un análisis muy preliminar en el blog de Erasmus (Religión y Política Pública).  Ese semanario tiene una política editorial liberal (en el sentido europeo de la palabra), sin embargo reconoce las causas humanas del cambio climático y la necesidad de medidas urgentes.  Dice que “… buena parte podría haber sido escrita por una ONG secular ambientalista como documento de base para la Cumbre sobre Cambio Climático de Paris a fines de año.....” También dice que “… comparada con otras encíclicas esta es mucho más accesible ... legible … y aceptable para los no cristianos y no teólogos…. (énfasis añadido).  

No está escrita en el lenguaje convencional de encíclicas anteriores y es que el Papa Francisco está demostrando no ser un papa convencional.  Contiene una mezcla de estilos desde el de un documento científico escrito para personas no expertas, pasando por un manifiesto de ONGs,  hasta una encíclica más tradicional con énfasis en las enseñanzas de las escrituras y los pensadores cristianos, incluyendo santos y papas.  Parece obvio que ha sido escrita a muchas manos.  Posiblemente todas la encíclicas lo sean, o por menos ha habido muchos asesores por detrás, ya que es imposible para una sola persona dominar todos los conocimientos requeridos especialmente para una tarea tan compleja como esta (no me imagino al Papa Francisco escribiendo el Capítulo Primero).  Pero a pesar de la extensión y la diversidad de estilos, es coherente en el mensaje sobre la necesidad de cuidar la casa común y sus habitantes y tiene el alto valor agregado de ponerlo todo en el contexto de la dignidad humana.

De la encíclica se desprenden dos motivaciones para el involucramiento de la Iglesia Católica en estos temas de ecología, una es la preocupación por los efectos de la degradación del medio ambiente sobre las personas, especialmente sobre la desigualdad social y el impacto sobre los pobres y la otra es el derecho de usar los bienes de la tierra con el que vienen las responsabilidades de “proteger, cuidar, preservar, conservar vigilar”.  La encíclica enmarca la segunda en la discusión más teológica de la sabiduría de las escrituras, pero enfatiza la primera en la discusión más técnica de la depredación ambiental.

Está consciente de que hay muchos no creyentes que creen que la riqueza de las religiones no tiene nada que aportar a estos debates y se pregunta qué tiene que ver la convicción de la fe con la crisis medioambiental:  “la convicción de la fe ofrece grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles”(#64) ..... “…ninguna rama de las ciencias ni ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado (#63)..... la religión y la ciencia que proporcionan diferentes puntos de vista sobre la realidad pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas” (#62) Ambas, ciencia y religión tienen mucho que contribuir.  Reconoce que “….la Iglesia no tiene porqué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos…pero basta ver al realidad para darse cuenta del gran deterioro de nuestra casa común….” (#61)

Postula que el elevado nivel de vida de los países desarrollados en buena parte ha sido basado en la explotación y degradación de los recursos naturales de los países más pobres, generando un “déficit ecológico”. “Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza”. (#27)

También tiene algunas palabras para la miopía y falta de grandeza de los políticos y gobernantes: “El drama del inmediatismo político, sostenido por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo.  Respondiendo a intereses electorales, los gobiernos no se exponen fácilmente a irritar a la población con medidas que puedan afectar el consumo o poner en riesgo inversiones extranjeras. …. La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.  Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación . (#178)

Y para muestra un botón.  Antes de publicarse ya está teniendo impacto en el segundo productor de gases de efecto invernadero, EEUU, donde las discrepancias políticas internas han dificultado su plena participación en los acuerdos internacionales.  Ojalá la encíclica contribuya a una posición positiva en los próximos acuerdos (seguramente tendrá menos impacto en el primer emisor, China). 

Un grupo que seguramente se sentirá muy afectado son los muchos políticos conservadores de EEUU y sus seguidores (republicanos) que tienen en común la negación del cambio climático y muy poco interés por el impacto sobre los países y personas pobres.  Algunos han ya expresado su desagrado por la intervención del Papa en el tema y uno de ellos, el católico Jeb Bush, precandidato republicano a la Presidencia (y puede haber cuatro precandidatos católicos más), ha dicho “yo no recibo la política económica de mis obispos, de mis cardenales o del Papa…….creo que la religión debe preocuparse de hacernos mejores como personas y menos de las cosas que terminan cayendo en el terreno de la política”.  Esto es consistente con la tradición de EEUU de la separación entre religión y gobierno, y acusa al Papa de meterse en política.  Pero parece que, selectivamente, ignora el hecho de que las personas y su bienestar deben ser también el objeto de la política.  La misma encíclica ya le responde: “… un verdadero planteo ecológico se convierte en un planteo social…..para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres(#49).  Y el Papa ya dijo en alguna ocasión: “la política y las políticas están en el núcleo de la enseñanza de la Iglesia”.

 

Otro prominente republicano, aludiendo indirectamente a la nacionalidad del Papa, dice que con la encíclica “el Papa nos quiere imponer un socialismo latinoamericano” y que el gran perdedor será el, que “no entiende a la Iglesia Católica de EEUU”.  ¡La pelea en EEUU será dura!

Algunas implicaciones para la responsabilidad de la empresa ante la sociedad.

 

        1. Responsabilidad empresarial

Se puede alegar que toda la encíclica se refiere a la responsabilidad de la empresa ante la sociedad.  El mensaje central de la encíclica es que debemos tomar acciones para evitar el deterioro de la “casa común” y evitar o mitigar los impactos que ello tiene sobre la población sobre todo sobre los pobres.  Mucho de ese deterioro es atribuible a las acciones de las empresas (aunque también de los gobiernos, de otras instituciones y de los individuos).  Buena parte de la encíclica se dedica a destacar los efectos perniciosos que las empresas pueden tener al perseguir la maximización de beneficios, en particular con una visión cortoplacista y sin valorar adecuadamente los impactos que tiene, en particular sobre el medio ambiente y las personas.

La definición más simple y poderosa de la RSE es la de Comisión Europea:  Responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad” .  Claro está que la definición no especifica cómo debe asumirse la responsabilidad por esos impactos sociales y ambientales ni cómo deben ser valorados[i].  Por ejemplo, en el caso de los impactos ambientales no es que las empresas no los asuman, pero si los asumen lo hacen a un valor muy inferir a su valor real.  Si contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero muy posiblemente no paguen por el daño que le están haciendo al planeta y a las generaciones futuras, por mucha compensación de emisiones o programas de eficiencia energética que hagan.  Por ejemplo, no pagan por el potencial costo de las inundaciones que sufrirán los pobres que viven en áreas vulnerables.  No queremos decir que el costo sea medible, pero no es cero. Y algunas aproximaciones al costo a la sociedad ya se han efectuado vía el “precio del carbono”, que la sociedad podría cobrar sobre el contenido del carbono emitido.  Esta fuera de esta breve reseña como esto podría compensar los impactos sociales, especialmente sobre los pobres, pero baste decir que es posible[ii].  Y este es uno de los temas principales de la encíclica: Reducir el impacto y una manera de reducir el impacto es que tenga un costo para el que lo hace. [iii]

Ataca la irresponsabilidad de algunas multinacionales que operan en los países menos desarrollados “….que hacen lo que no les está permitido hacer en los países desarrollados, o del llamado primer mundo…..y cuando se retiran dejan atrás grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, ….deforestación, ….. y algunas obras sociales que yo no pueden sostenerse…” (#51). Severa crítica a la responsabilidad social de algunas empresas, destacando la diferencia entre la verdadera responsabilidad y el lavado de cara de “algunas obras sociales” y los múltiples estándares de comportamiento que usan dependiendo de las consecuencias que tenga para ellas.

Y vuelve a reiterar los llamados de Juan Pablo II (en Centesimus Annus) y de Benedicto XVI (en Caritas in Veritate) a la inclusión en el círculo de intercambio, en la actividad económica, de los menos favorecidos que para las empresas se puede traducir en negocios inclusivos y en la base de la pirámide y la creación de empleos dignos y pone es se lugar la filantropía pura y dura: “En este sentido, ayudar a los pobres con dinero siemrpe debe ser una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objertivo debería ser permitirles una vida digna a través del trabajo……El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino d ela maduración, de desarrollo humano y de realización personal….Dejar de invertir en las personas para obtener un rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad (#128).  O como dijo la Carta pastoral de los obispos de EE.UU. (Justicia económica para todos, 1986) “Deben evitarse los programas paternalísticos que hacen mucho por los pobres pero muy poco con los pobres.”

     2. Consumo y consumidores

Propone, muy acertadamente en mi opinión, que lo consumidores utilicen su poder para afectar la responsabilidad de las empresas: “Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción.  Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores,  Comprar es siempre un acto moral y no solo económico”. (#206).

      3. Responsabilidad de los mercados. Maximización de ganancias.

En varios párrafos donde se discute lo inadecuado de los mercados cuando involucran bienes y males ambientales y la consideración de las poblaciones menos favorecidas, tiende a tomar una posición extrema.  Quizás se confunden los mercados como entes facilitadores de transacciones con su operación que involucra la avaricia y cortoplacismo de algunos de sus operadores, la desinformación de algunos participantes y la incompetencia de algunos gobiernos en su regulación y compensación de sus imperfecciones.  Lo que hay que atacar es la operación de los mercados y sus actores, de lo contrario se corre el riesgo de desechar mercados que funcionan o pueden funcionar adecuadamente. En este sentido se echa de menos una discusión de las fallas de los gobiernos en la protección de medio ambiente y de las personas y una discusión sobre las políticas públicas y la regulación de las imperfecciones de los mercados. 

Por ejemplo, hablando de la problemática del acceso a agua  dice que “En algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este escaso recurso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado.  En realidad el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por los tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.”(#30) Aquí parece suponer que el gobierno, especialmente en países en vías de desarrollo, es capaz de proporcionar los servicios públicos eficientemente.  La gestión debe ser lo más eficiente posible y si ello implica alguna participación del sector privado, debería ser bienvenida.  Si corresponde al estado asegurar el suministro a cada estrato de la población a los precios que le correspondan a través de las regulaciones pertinentes, pero no necesariamente que lo haga directamente ese estado.  La ineficiencia y el malgaste de los recursos públicos es un mal de mayor envergadura que la corrupción, y es inmoral.  Algunas empresas abusan de la avaricia, pero el sector público lo hace con la ineficiencia.  

Y se destaca en varias ocasiones los efectos perniciosos del objetivo de maximización de beneficios: “En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma …….que los problemas del hambre y la miseria del mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado……no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del medio ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social (#109).  Y aquí me parece que faltó hablar de la responsabilidad del estado en la regulación de estos mercados y la redistribución de ingresos

Enfatiza la necesidad tomar en cuenta que no todas las externalidades (no esa este término) no pueden ser cuantificadas (no todo que se puede contar cuenta ni todo lo que cuenta se puede contar) y de evitar el cortoplacismo: “En este contexto, siempre hay que recordar que la protección ambiental no puede asegurarse en base al cálculo financiero de costos y beneficios.  El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente.  Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven solo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos, ¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejara a las próximas generaciones?.........no se considera seriamente el valor real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los intereses y las necesidades de los pobres.” (#190) “……las empresas obtienen ganancias calculando y pagando un ínfima parte de los costos. Solo podría considerarse ético un comportamiento en el cual los costes económicos y sociales que se derivan del uso de recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician y no por otros o por las futuras generaciones” (#195). Aunque  no lo dice, parece apoyar la idea del pago por los llamados  “servicios ambientales” y en particular el precio del carbono (que debería reflejar el costo implícito de los daños futuros), al hablar de incluir todos los costos. 

Dos oraciones

Y después de extensa discusiones técnicas, económicas, políticas y teológicas se termina con lo más sencillo, dos oraciones que en buena parte lo resumen todo.  Reproduzco solo dos pequeñas partes:

“Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción. Toca los corazones de los que buscan solo beneficios a costa de los pobres y de la tierra.”

“Ilumina a los dueños del poder y del dinero para que se guarden del pecado de la indiferencia, amen el bien común, promuevan los débiles y cuiden este mundo que habitamos”



[ii] El lector interesado puede consultar el informe del Banco Mundial: “Decarbonizing Development: Three Steps to a Zero Carbon Future,” 

[iii] La provincia de British Columbia en Canadá tiene un exitoso programa donde se cobra un impuesto por las emisiones cuyos ingresos has sido utilizados para reducir otros impuestos y para programas sociales.  Australia también tenía un programa exitoso pero cuando llego al poder un gobierno de derechas lo eliminó.  En ambos caso se reduce el consumo de bienes que contribuyen a las mayores emisiones.





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