Es frecuente ver empresas, muy reconocidas y laureadas por su política de RSC, que presentan un positivo balance social y realizan sinceros esfuerzos en crear útiles y fluidos canales para recoger propuestas y sugerencias de mejora continua de su RSC en múltiples foros, observatorios y plataformas. Son empresas que con el tiempo han ido mejorando la comunicación e información con la mayoría de las entidades y ONG que representan a los sectores interesados de la sociedad.
Sin embargo, la mayoría apenas ha creado instrumentos y canales internos que garanticen la información y la participación de sus trabajadores y trabajadoras, que promuevan su implicación y compromiso, que vaya más allá de los mínimos legales, como si se tratara de una cuestión secundaria. Ello constituye un ejemplo palmario de los serios retrasos que arrastramos en modernizar nuestras relaciones laborales y con ello la participación de los trabajadores lo que constituye una seña de identidad, determinante, de la economía moderna.
Nadie discute ya que la participación de los trabajadores en la gestión de la empresa permite utilizar de forma más eficiente sus habilidades y capacidades, aumentando así el grado de satisfacción de éstos. Tampoco se discute que disponer de canales ágiles por los que circule la información y la participación puede contribuir, junto con unas correctas condiciones salariales y de trabajo, a una clara mejora de las relaciones laborales e industriales, y de la RSC de la empresa.
Ahí reside precisamente el reto de las relaciones laborales y la necesidad de que los sindicatos trabajen para romper este viejo y pesado cordón de seguridad que en un gran número de empresas deja fuera a la mayoría de sus trabajadores y trabajadoras de la participación, cuando precisamente ésta debería ser fuente de innovación y creatividad.
Ha llegado la hora, por el bien de las empresas y su competitividad y sobre todo por el bien de sus trabajadores, de que la parte sindical sitúe con fuerza y en primera línea de la negociación colectiva la prioridad y necesidad de discutir y negociar la creación de nuevos y sólidos instrumentos de información y participación en las empresas, de nuevos espacios capaces de impulsar la expresión de la opinión libre y democrática de la gente, espacios donde nazcan propuestas de mejora, donde se promueva el compromiso con aquellos valores y objetivos de la empresa compartidos.
Ha llegado la hora de evidenciar con hechos y realidades que la empresa es algo más que sus dueños y sus ejecutivos, que la empresa puede ser la expresión de un bien común, como formalmente reflejan los compromisos de RSC o RSE firmados por miles de empresas de nuestro país y que, para ser creíbles, deberían ir acompañados de procesos continuos de pública rendición de cuentas de sus resultados, más allá de las certificaciones institucionales y de su expresión en la junta de accionistas.
Porque RSC y participación de los trabajadores son conceptos que se reclaman mutuamente y son consustanciales con la eficacia de su gestión. Así lo expresan tanto los avances que día a día se van produciendo en el plano internacional como la firma de Acuerdos Marcos Internacionales por parte de empresas globales que comprometen a las federaciones sindicales mundiales en la supervisión de la aplicación sus Códigos de Conducta. Así lo demuestra la mejora en los resultados que están obteniendo algunas empresas que han conseguido atraer a sus trabajadores y a los sindicatos, implicarles en su RSC y acción social, mejorando con ello compromisos y resultados.
Es también hora de reconocer socialmente que la empresa es el núcleo de nuestra economía y el trabajo la base de nuestra sociedad, que éstos son los auténticos agentes del cambio social positivo que empieza por la empresa y que hoy precisamos con urgencia. Un cambio que nos exige la grave situación económica, social y política que padecemos. Cambio positivo en las empresas a partir de más conversación democrática, más liderazgo participativo, más imaginación, más humildad y ética en la gestión y, sobre todo, mucha, muchísima más participación de los trabajadores y las trabajadoras porque ésta siempre mejora la empresa.
Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones